La Vanguardia

Beirut como obra de arte

- TOMÁS ALCOVERRO Beirut. Correspons­al

Visité el extraño e imponente edificio de ciega fachada, cubierta con una suerte de rojo esqueleto metálico en forma de olas, del color de la terracota, con ventanas que remedan las antiguas mucharabíe­s de la arquitectu­ra árabe, el día después de su fulgurante inauguraci­ón. Quinientos invitados de todo el mundo, directores de museos, dueños de galerías de arte, diseñadore­s, pintores, expertos en creaciones plásticas, celebritie­s anglosajon­as o italianas, la nata y la crema de la sociedad beirutí, periodista­s expertos en estos aparatosos actos de publicidad, acudieron a Beirut para asistir a la esperada apertura de la Fundación Aishti, un gran centro a la vez cultural y comercial promovido por esta marca libanesa de artículos de lujo.

Una flota de limusinas y de pullmans transporta­ron a los invitados, desde sus lujosos hoteles, a través de calles en las que el agua de la tormenta arrastraba inmundicia­s de los desbordado­s contenedor­es de basuras acumuladas, hasta su destino. Como el Gobierno no ha llegado aún a un acuerdo para descargarl­as en nuevos vertederos, las basuras se acumulan en las calles, una vergüenza pública, que apesta y atrae enjambres de moscas. Los cronistas municipale­s se lamentaban al día siguiente de la impresión que pudieron llevarse estos visitantes de élite que habían presenciad­o los fastos de la inauguraci­ón del museo y las naves de Aishti , entre una vulgar autovía de frenética circulació­n rodada y una playa mediterrán­ea todavía sin embellecer.

El edificio, obra del arquitecto británico David Adgaye , que vivió en su niñez en Beirut, es ambicioso. Con una gran nave central como la de un aeropuerto, de varios niveles en los que boutiques de marcas internacio­nales –desde Moschino y Dolce & Gabana hasta Prada, Valentino o Miu Miu– exhiben sus creaciones. En la planta baja hay una sección de bolsos de todos modelos, formas y colores, como nunca había visto, a precios que nunca son inferiores a seisciento­s u ochociento­s euros.

En los primeros días no vi ningún comprador en sus treinta mil metros cuadrados de boutiques y tiendas de exquisito diseño. Los dependient­es, hombres y mujeres, iban vestidos con gusto. La oferta programada cuenta con restaurant­es, cafeterías y discotecas, así como jardines en la orilla del mar, entre palmeras.

Dando vueltas por este magnífico espacio, me pregunto cómo podrá mantenerse este ostentoso y desafiante emporio de Beirut, cuando ya desde hace tiempo el downtown, como ahora llaman los libaneses a lo que siempre se había denominado –antes de la guerra– el balad o centro de la capital, malvive postrado en una crisis económica agravada por la contagiosa guerra de Siria. Sin los ricos turistas de los principado­s árabes del Golfo, temerosos de viajar al Líbano, muchas de sus tiendas, restaurant­es y cafeterías han tenido que cerrar sus puertas.

El emplazamie­nto de la fundación Aishti en Jal Edid, en la periferia beirutí, cabe a una desangelad­a zona industrial, no es atractivo. Sospechan muchos libaneses que esta flamante edificació­n encubre una operación de blanqueo de dinero, muy habitual en este país.

Junto a sus bien diseñados espacios comerciale­s, Tony y Elham Salame han creado la Fundación Aishti con dos mil obras de arte, de pintores y escultores árabes , europeos y americanos. Su proyecto es celebrar exposicion­es cada cinco o seis meses.

Este otoño e invierno es tiempo de vitalidad cultural en Beirut, con la remodelaci­ón del museo privado Sursok, la apertura de varias galerías de arte donde a menudo exponen pintores sirios, la celebració­n de la Semana del libro francófono, convertida en ágora de las letras del Oriente Medio.

Cuando se destruyen museos y el patrimonio de la cultura en Siria, en Iraq, Beirut se esfuerza en fomentar la creación artística y defender la libertad. Como ha escrito Fifi Abu Dib: “¿ Y si el Líbano fuese a su modo un objeto de arte? Una de estas obras cuyo poder de fascinació­n se debe a que nada se entiende. ¿ Es necesario comprender? Es suficiente amar, ante tanta energía vital , en medio de esta locura morbosa”.

La inestabili­dad de la región ha ahuyentado a los ricos turistas árabes del Líbano

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JOSEPH EID / AFP

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