Valores y terror
AL grito de “Alá es el más grande”, un hombre armado con un cuchillo trató ayer por la mañana de entrar en una comisaría del distrito 18 de París. Los policías se lo impidieron a tiros y le causaron la muerte. El suceso tuvo lugar el mismo día que se cumplía un año del atentado yihadista contra la revista Charlie Hebdo, en el que fue asesinada la plana mayor de esta publicación satírica.
El ataque de ayer no es comparable al de Charlie Hebdo ni, menos aún, al del pasado 13 de noviembre contra salas de conciertos, terrazas de bares y estadios de la capital francesa, con un balance conjunto de 130 muertos. Detrás de todos ellos está el terror yihadista, pero sus dimensiones y su eco son distintos.
En todo caso, los hechos de ayer vienen a subrayar la necesidad de que el Estado, en este caso el francés, se mantenga alerta para repeler cualquier ataque. El peligro terrorista dista de haber desaparecido. El malestar social que echa a jóvenes franceses sin expectativas en brazos de la yihad permanece. Y el desafío global del Estado Islámico y otras formaciones terroristas sigue en pie.
Es por ello por lo que el Estado francés sigue tomando medidas defensivas. El presidente François Hollande anunció ayer las próximas. Por ejemplo, el fortalecimiento de los cuerpos de seguridad –se contratarán 5.000 nuevos policías y gendarmes antes del 2017–. Y, también, una serie de reformas legales cuyo objetivo es estrechar el cerco sobre los terroristas. Esta batería incluye arrestos domiciliarios para los que retornan de Siria o de Iraq –principales campos de batalla del EI–, o una mayor liberalidad policial a la hora de usar las armas.
Es obvio que el Estado debe defenderse y defender a los ciudadanos frente al zarpazo del terrorismo. Pero también lo es que el Estado, y de modo muy especial el francés, históricamente asociado a los principios republicanos de libertad, igualdad y fraternidad, debe ser prudente al combatir el terror en el frente legal. En este sentido, ha causado controversia el anuncio hecho por el primer ministro Manuel Valls de una reforma constitucional que permitiría privar de la nacionalidad francesa a personas involucradas en actos terroristas, pero sólo a aquellas que tienen doble nacionalidad. Amplios sectores republicanos consideran esta medida como contraria al espíritu igualitario.
El terrorismo exige del Estado una respuesta firme. Pero, sobre todo, efectiva. Hay que combatirlo sin descanso hasta derrotarlo. Sin olvidar nunca que la mejor defensa de un Estado como el francés reside en sus valores democráticos. Y que no sería acertado convertirlos en víctimas colaterales de dicha defensa.