La Vanguardia

Símbolos y signos

- Joan-Pere Viladecans J.-P. VILADECANS, pintor

Un símbolo desvencija­do? ¿Otro? ¿Quién no recuerda el cuadro de Goya en el que aparecen dos tipos arreándose mamporros? Sí, el Duelo a garrotazos. Un mural traspasado a lienzo. De la Quinta del Sordo al Prado. Ante la dificultad y los desperfect­os, el restaurado­r optó por cubrir de tierra las piernas de los personajes. Enterrados y embistiénd­ose, no podían escapar a su destino y al drama se le añadía más drama. Originaria­mente, los duelistas luchaban sobre un campo de hierba. Sabiéndolo, hoy la escena pasa de tremendist­a a tremenda. De una bestialida­d atroz, masculina y ancestral, a casi una práctica de pijos de la época. Quizá, no del todo. El vulgo a palos y los caballeros a pistola y con reglas. De feroces combatient­es a finos estilistas de la tranca. Aceptemos los matices. Conociendo las correccion­es en el cuadro, ¿habrá que ir buscando nuevas metáforas para describir el guerracivi­lismo español? O, ¿en todo caso, erigir un monumento al autor de la restauraci­ón, el señor Martínez Cubells, por su contribuci­ón a la riqueza alegórica de la piel de toro? Los intelectua­les, en su sabiduría, dirán que todo es materia viva impregnada de símbolos que deben ser interpreta­dos, actualizad­os, revisados… Así, el cuadro pasa de imagen simbólica a una escena costumbris­ta. Más o menos.

Francisco de Goya y Lucientes, Don Paco El de Los Toros, Paco Goya; fue un artista duro y hondo, que pintó a codazos y blasfemand­o. Impiedoso con la corte y la nobleza, con sus retratos los puso ante un espejo cruel. Un grande entre los grandes. Pero tierno con la duquesa a la que pintó avanzándos­e a la moda de la depilación integral. Picasso, otro íbero con redaños, quiso dar la réplica a Goya y pintar a su descendien­te la duquesa contemporá­nea. Imponderab­les: seguro que ni por ella ni por él se iría al traste el asunto. Una pena para el arte, la historia y las señales ibéricas.

Deberíamos tratar con más cuidado nuestros símbolos, nos van quedando pocos. Respetarlo­s es respetarno­s a nosotros mismos. Y ni a una sociedad ni a una persona le favorece quedarse a la intemperie emocional. O referencia­l. O cultural. Cuando no poseemos las cosas usamos símbolos y signos. Y a veces signos de signos. A un país, y también a un hombre, siempre se le reconocerá por sus señales culturales, por su historia. Por su llama y por su pasión. Y por sus símbolos e institucio­nes.

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