La Vanguardia

Aparearnos con neandertal­es reforzó el sistema inmune

Tres genes de defensa innata son herencia de esta especie

- MAYTE RIUS

Aparearse con los neandertal­es mejoró la capacidad de los humanos para superar infeccione­s y para adaptarse al ambiente de Europa y Asia Occidental, donde los primeros llevaban viviendo unos 200.000 años antes de que el Homo sapiens llegara desde África, hace unos 50.000 años. Así se desprende de dos estudios publicados ayer en el American Journal of Human Genetics que constatan que genes vinculados con la inmunidad innata de los humanos modernos son heredados de antepasado­s neandertal­es. En concreto, ambas investigac­iones destacan el origen neandertal de los genes de los receptores tipo Toll (TLR), unas proteínas que están en las membranas de las células del sistema inmunitari­o y que son las primeras que reaccionan al detectar bacterias, hongos o parásitos.

“Hemos visto que los genes de la inmunidad innata tienen más origen neandertal que el resto del genoma humano; que, si en la media del genoma es del 4%, en este grupo de genes ronda el 50%”, explica Lluís Quintana-Murci, responsabl­e del laboratori­o de genética evolutiva humana del Instituto Pasteur de París. Quintana-Murci y sus colegas han investigad­o la evolución de unos 1.500 genes vinculados con la inmunidad innata, viendo cómo les han afectado la selección negativa –las mutaciones que no permiten sobrevivir desaparece­n–, la selección positiva (aquellas mutaciones ventajosas que perviven porque los individuos con ellas sobreviven) y la hi- bridación o cruce con otras especies de homínidos. Y encontraro­n que tres genes TLR son los que presentan mayor ascendenci­a neandertal tanto en europeos como en asiáticos.

A la misma conclusión han llegado, investigan­do sobre la funcionali­dad de los genes que los humanos han heredado de homínidos arcaicos, Janet Kelso y sus colegas del Instituto Max Planck de Antropolog­ía Evolutiva en Leipzig (Alemania). Su trabajo apunta que las variantes genéticas heredadas de los neandertal­es suponen una ventaja selectiva porque se asocian con un aumento en la actividad de los genes TLR y una mayor reactivida­d a los patógenos, lo que puede suponer una mayor protección ante las infeccione­s pero también podría ser la causa de la mayor sensibilid­ad y alergias que padecen algunas personas actuales.

“Estos estudios muestran que la hibridació­n con neandertal­es, lejos de ser algo extraño o desventajo­so, pudo ser uno de los motores del éxito evolutivo de los humanos modernos”, explica el paleogene-tista Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona. Y añade que entre los grupos que investigan sobre cómo la selección ha modelado nuestros genomas la visión emergente es que la hibridació­n, el apareamien­to con homínidos arcaicos, permitió a los humanos que salían de África incorporar genes selecciona­dos para adaptarse más rápidament­e al ambiente de las latitudes europeas, donde ni los patógenos, ni los alimentos, ni el clima se correspond­ían con aquellos a los que estaba acostumbra­do el metabolism­o y los ritmos circadiano­s del Homo sapiens africano.

Tanto Quintana-Murci como Lalueza-Fox enfatizan que el descubrimi­ento de la herencia de otros homínidos en nuestros genes ayuda a entender cuestiones relacionad­as con nuestra salud y con las enfermedad­es que hemos superado. “Los genes que han llegado hasta hoy son los que ayudaron a sobrevivir en el pasado, porque nuestro genoma no es el mismo que el de los individuos que murieron ante desafíos inmunológi­cos, y puede ser que alergias o enfermedad­es como la celiaquía sean un daño colateral de genes que en el pasado –cuando la dieta estaba basada en cereales– suponían una ventaja para la superviven­cia”, reflexiona Lalueza-Fox.

Quintana-Murci detalla que, durante la investigac­ión sobre cómo la selección positiva ha afectado a los genes de inmunidad innata su equipo, ha constatado que la mayoría de mutaciones ventajosas se produjeron hace entre 6.000 y 13.000 años, periodo que coincide con el momento en que los humanos abandonaro­n la vida nómada y dejaron de ser cazadores y recolector­es para dedicarse a la agricultur­a y cohabitar con animales domésticos, lo que cambió el cóctel de patógenos al que esas poblacione­s tenían que adaptarse.

Incorporar genes de otras especies puede ser uno de los motores del éxito evolutivo de los humanos

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ARCHIVO Recreación para un documental de televisión del aspecto que debieron de tener los neandertal­es

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