Diva de la posguerra
SILVANA PAMPANINI (1925-2016) Actriz italiana
En los duros tiempos de la posguerra, Italia, como el resto del mundo, necesitaba alegría y sueños. La eclosión de las llamadas maggiorate –Gina Lollobrigida, Lucia Bosè, Sophia Loren, Silvana Mangano–, esas mujeres espectaculares que llenaban por sí solas la pantalla, contribuyeron casi tanto al milagro italiano como la Fiat y su mítico Cinquecento. Silvana Pampanini, fallecida en Roma el día de Reyes, a la edad de 90 años, fue una de las primeras y más famosas divas de ese periodo histórico, un auténtico sex symbol en un país de latin lovers y de confesionarios. Se hizo célebre también en Francia, donde la llamaban Nini Pampam, y hasta en Japón, cuyo emperador, Hirohito, le regaló una muñeca, una espada de samurái y cinco kimonos.
Pampanini, genio y figura, que llevaba varios meses ingresada en el policlínico Gemelli, mantuvo su coquetería hasta el final. Les decía a los médicos que tenía cinco años menos. Seguía maquillándose y, si hacía falta, usaba peluca. Nunca se recuperó de una operación abdominal a la que la sometieron en octubre pasado y que se complicó.
Nacida en Roma en el seno de una familia véneta, Pampanini parecía predestinada a seguir los pasos de su tía Rosetta, notable soprano. La chica estudió en el conservatorio de Santa Cecilia y tenía una buena voz, hasta el punto de que, en su carrera cinematográfica posterior, siempre era ella misma la que cantaba cuando lo exigía el guión. Pero la trayectoria lírica se frustró después de su participación en el concurso de Miss Italia, en 1946. Allí se produjo una típica escena italiana, una componenda inverosímil. Pampanini había salido derrotada por pocos votos. Fue tan furibunda la protesta del público masculino, rendido a la sensualidad de la bella ragazza –1,74 metros de altura, ojos de tigresa y curvas peligrosas–, que el jurado hubo de rectificar. Le acabaron dando también la victo- ria, ex aequo con Rossana Martini. Las puertas de Cinecittà pronto se le abrieron de par en par. Rodó más de sesenta películas y participó en numerosos programas de televisión. Trabajó con Alberto Sordi, Vittorio Gassman, Marcello Mastroianni y Totò, entre otros.
Al contrario que otras divas como Sophia Loren, Pampanini no se casó con un productor. Su agente fue su propio padre, tipógrafo de profesión. Le pagaban muy bien. Se permitió rechazar las ofertas de Hollywood. La actriz recibió muchas propuestas de matrimonio –“en mi vida he tenido más pretendientes que dolores de cabeza”, bromeaba–, si bien nunca pasó por el altar. Estuvo a punto de hacerlo una vez, con un hombre cuya identidad nunca reveló, pero el afortunado se murió un mes antes de la boda.
Según el Corriere della Sera, a Pampanini no le faltaron flirts, reales o imaginarios, entre los que se cuentan presidentes –el venezolano Pérez Jiménez y el cubano Fidel Castro–, reyes –Faruk de Egipto– y estrellas del séptimo arte como Tyrone Power, Orson Welles, Omar Sharif o William Holden.
Su primer filme, en 1946, fue L’apocalisse, de Giuseppe Scotese. Otras cintas célebres en las que exhibió su encanto fueron I pompieri di Viggiù, donde interpretaba a la hija del jefe de bomberos, Bellezze in bicicleta y O.K. Nerone. Pampanini se retiró pronto de la gran pantalla, convirtiéndose en una especie de Greta Garbo italiana. En 1983 reapareció en un breve y desternillante cameo con Alberto Sordi en la comedia Il tassinaro (el taxista). Mientras circulan por Roma, el conductor –que reconoce a la actriz pero la confunde con otra– y ella conversan animadamente. Aún sensual y provocadora, Pampanini insiste en que la llame signorina y hasta le muestra la pierna (“si ahora es así, imagínese hace 25 años”, le dice). El taxista le confiesa que siempre se sintió enamorado de ella y que, cuando está en la intimidad con su esposa, imagina a la actriz en sus brazos.
“Me veo obligado a traicionarla con el pensamiento –agrega Sordi–. Me crea sensaciones de turbación que, usted ya sabe, nosotros, varones latinos, no podemos rechazar”.