La Vanguardia

Taxímetros obsoletos

Yellow Cab Co-Op se ve obligada a reestructu­rarse por la pérdida de usuarios

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

La compañía de taxis Yellow Cab Co-Op, la más importante de San Francisco, con una flota de unos 530 vehículos, ha suspendido pagos y se halla al borde de la bancarrota debido a la competenci­a de plataforma­s como Uber y Lyft, que ofrecen un transporte urbano a precios más asequibles.

Los taxis amarillos han puesto el piloto rojo de alerta. Aviso para navegantes. San Francisco, la capital de la tecnología, se ha convertido en el faro para otras ciudades en los tiempos de Uber y Lyft, aplicacion­es que ofrecen un transporte urbano más asequible.

La compañía Yellow Cab CoOp, la más importante en la ciudad california­na, con una flota de unas 530 licencias, ha solicitado el amparo de la regulación de suspensión de pagos o bancarrota.

A perro flaco todo son pulgas, que se diría. A la fiera competenci­a digital se suman los asuntos terrenales. La empresa ha recibido demandas por las que ha sido condenada a pagar indemnizac­iones a causa de colisiones de tráfico. Sin ir más lejos, hace medio año que un tribunal le impuso el pago de ocho millones de dólares a un pasajero que sufrió una lesión cerebral y una parálisis.

Recurrir a la bancarrota, mecanismo que Donald Trump, el candidato republican­o a la presidenci­a, ha reconocido utilizar para fomentar su fortuna, no supone que la compañía deje de operar.

No tienen planes de cerrar, pero si de afrontar una profunda reestructu­ración de la empresa. Han de dar con la vía para frenar el incremento de la deuda.

El mayor problema se encuentra, sin embargo, en un elemento externo e incontrola­ble. La gente ha dejado de utilizar los taxis de la manera que lo hacía antes. Uber, sobre todo, ofrece una respuesta más barata e incluso mucho más convenient­e.

“Unos cinco millones de clientes utilizan anualmente los servicios de Yellow Cab”, señaló la presidenta Pamela Martinez en una carta a los accionista remitida el pasado diciembre y desvelada por el San Francisco Examiner.

“Debemos ampliar esa cifra y nuestro objetivo es recuperar usuarios perdidos y más”, añadió.

Una cosa lleva a la otra. En la petición de bancarrota influye el que los negocios de las apps significan un reto en cuanto a la disputa de los pasajeros, pero también de los mejores conductore­s de las plantillas. A estos, Uber y Lyft les atraen con la flexibilid­ad del horario y unos incentivos apetitosos. Menos gente al volante equivale a menos ganancias. “Hemos de lograr más con menos”, sostuvo Martinez.

Unos 16.000 chóferes se cuentan semanalmen­te en las filas de Uber, que juega en casa, en el territorio de Silicon Valley. Frente a su disponibil­idad, los taxistas “amarillos” siempre han subrayado que ellos se someten a controles legales y criminales mucho más rigurosos, ofrecen unas pólizas de seguro más fiables y un

La aplicación del transporte ya hizo que el alcalde de Nueva York fallara al tratar de limitar los coches

mejor conocimien­to de la calles de San Francisco. Así será, aunque las reclamacio­nes por accidentes han ido al alza.

En el sector se baraja la sospecha de que la empresa Yellow Cab es la primera pieza que cae en esta partida de dominó. Muchas de estas compañías han tratado de ejercer presión de cara a una protección legislativ­a. Pero Uber, una startup valorada en unos 60.000 millones de dólares, irrumpe como un rival difícil de doblegar. En el último mes del 2015, coincidien­do con la carta de Martinez en la que anunciaba el recurso a la suspensión de pagos, las operacione­s de Uber y Lyft recaudaron más de 3.000 millones.

La demostraci­ón de su poderío también se ha palpado en Nueva York. El alcalde Bill de Blasio intentó limitar el número de coches disponible­s para operar bajo el sello de Uber. Al mayor no le quedó más remedio que dar marcha atrás con la excusa de que iba a encargar un estudio. Estos días se ha sabido que el consejo municipal se plantea sacar adelante un documento en el que se descarta fijar límite alguno. El lobby tecnológic­o presiona a lo grande.

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COLLEEN PROPPE / GETTY Un vehículo de Yellow Cab, antes la compañía de taxis hegemónica en San Francisco

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