Abyección fanática
Un yihadista del Estado Islámico asesina a su madre en público por rogarle que desertara
La última tropelía del Estado Islámico en Raqa, la capital del siniestro califato, ha sido lograr que un joven ejecutara en público a su madre por implorarle que abandonara las filas yihadistas.
Raqa es la capital mundial del mal. Y este parece no tener fin. El Estado Islámico no duda en atajar toda amenaza que agriete su poder... aunque sea en forma de madre desesperada. Disidentes y desertores lo pagan con la vida.
La última salvajada del EI ha sido lograr que un hijo asesinara en público a su madre. Esta misma semana, los yihadistas se habían colgado otra medalla: la muerte de una joven periodista que osó cuestionarlos. Ambos crímenes han sido denunciados por el opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos, que cuenta con una poderosa red de informadores sobre el terreno.
Según su relato, la madre, una cartera de unos 40 años llamada Lina al Qasem, había viajado los 50 kilómetros que separan su localidad de Tabaqa de Raqa, la capital de facto del Estado Islámico (EI), para implorar a su hijo, Ali Saqr, de 20 años, que abandonara las filas yihadistas. Temía perderlo en uno de los bombardeos de la coalición internacional.
El chico, que antes de unirse al EI había luchado con el Ejército Libre Sirio (oposición moderada) y con el Frente al Nusra (la rama siria de Al Qaeda), informó enseguida a sus superiores. La mujer fue detenida por “apostasía”. Este miércoles, fue el propio hijo el encargado de aplicar la pena capital. Mató a su madre con un tiro en la cabeza en una plaza de Raqa, frente a las oficinas de Correos. Un centenar de personas asistió al espectáculo.
Un mensaje muy claro para acabar con las deserciones, uno de los problemas a los que se enfrentan los yihadistas. El EI despliega su propaganda de una vida idílica en el califato para atraer a nuevos reclutas, pero muchos una vez allí se arrepienten e intentan huir. Si los cogen, acaban muertos. No hay piedad para el desertor.
La lista de atrocidades del EI no para de engrosarse. Esta semana también ha salido a la luz la muerte de Ruqia Hasan, una periodista siria de 30 años que escribía sobre la vida cotidiana en el califato, y que fue asesinada tras ser acusada de espía.
“Estoy en Raqa. He recibido amenazas de muerte. No tengo ninguna duda de que el Estado Islámico me detendrá y decapitará. Pero conservaré mi dignidad: es mejor morir que humillarse”. Escrito en julio, fue el último mensaje que colgó en las redes sociales, donde firmaba con el pseudónimo de Nissan Ibrahim. Desde entonces estaba desaparecida.
La chica estudiaba Filosofía en la Universidad de Alepo cuando hace cinco años estalló la revolución contra El Asad. Se unió a la oposición y regresó a Raqa, su ciudad. Se negó a abandonarla cuando llegaron los yihadistas.
Siguió escribiendo en las redes sociales, donde explicaba el día a día en Raqa, denunciando tanto los abusos del EI como los bombardeos extranjeros. En uno de sus mensajes, se lamentaba: “Vale, no queremos al EI. Tampoco queremos que la coalición bombardee al EI. Tampoco queremos que el Ejército Libre Sirio combata al EI. Entonces, ¿qué queremos exactamente?”.
El Estado Islámico descubrió al fin su verdadera identidad y la detuvo en verano, acusada de estar en contacto con los sahawat, el término despectivo con el que los yihadistas llaman al Ejército Libre Sirio. Parece que fue ejecutada en septiembre, pero su familia no fue informada de su muerte hasta la semana pasada.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha contabilizado una cincuentena de delitos castigados con la muerte por el EI: adulterio, homosexualidad o zoofilia, pero también delitos diseñados para sus opositores como “traicionar a los musulmanes” o criticar un sermón.
La lista de atrocidades se engrosa: los yihadistas han matado a una periodista a la que acusaron de espía