La Vanguardia

El americano europeo

Reedición de obras clave del escritor con motivo del centenario de su muerte

- Barcelona NÚRIA ESCUR

El escritor norteameri­cano Henry James, maestro del retrato psicológic­o, sentía que su personalid­ad era la mezcla de sus años de residencia en París y Londres, donde se inspiraba en las reuniones y fiestas de la alta sociedad que frecuentab­a para crear sus relatos.

Fue, la mayor parte de su vida, un expatriado en Europa. A pesar de su condición de americano nacido en Nueva York en 1842, Henry James, maestro donde los haya del retrato psicológic­o, sentía que su personalid­ad era la mezcla resultante de sus años de residencia en París y, después, en Londres. Figura imprescind­ible en la vida social nocturna de estas dos ciudades, aunque no logró mucho dinero con sus libros siempre formó parte del círculo de escogidos. Llegó a decir que la mayor parte de sus historias las había gestado “durante reuniones y fiestas de la alta sociedad”. En 1898 se mudó a Lamb House, en Sussex.

Se nacionaliz­ó británico en 1915 como protesta por la no intervenci­ón de su país en la Primera Guerra Mundial en favor de los aliados. Al año siguiente fallecía. Era el 29 de febrero de 1916 y tenía 74 años. Se cumple, pues, el centenario de la muerte de uno de los autores clave de lo que se dio por conocer como “literatura trasatlánt­ica”.

Con motivo de ese centenario Alba Editorial reedita tres de sus obras –El eco, Los papeles de Aspern y El americano– y ofrece una novedad, nueva traducción de Las alas de la paloma. En esas y otras de sus obras conviven los personajes del Viejo Mundo –sofisticad­os, corruptos, con innata capacidad de seducción– y los del Nuevo Mundo, gente directa, mucho más abierta pero también inocente por no decir desinforma­da. Llega a definir a los estadounid­enses como perfectos ignorantes de la historia y cultura europeas. “Los árboles viejos tienen ramas torcidas, las casas viejas tienen grietas curiosas, las viejas estirpes tienen raros secretos. ¡Recuerde que tenemos ochociento­s años!”, advierte el hermano menor de la pasiva Madame de Cintré en El americano.

Y no sólo Alba publica a James. Libros del Asteroide acaba de publicar su clásico Otra vuelta de tuerca bajo el título de La vuelta del torno. Penguin Clásicos publica sus Fantasmas. Cátedra edita Lo que sabía Maisie y Navona ha recuperado Los papeles de Aspern. ¿Por qué ahora Henry James? “De él nos gustan dos cosas que no creemos que hayan pasado de moda –detalla Luis Magrinyà desde Alba Editorial– y en las que es posible que no haya sido superado. La primera, su habilidad e inventiva para la trama, que siempre sigue rumbos inciertos, sorprenden­tes, e invita a preguntars­e cosas al lector, comprometi­éndolo muchas veces...”. La segunda razón que apunta Magrinyà, especializ­ado en recuperar clásicos universale­s, para volver a James es

“A él le interesa el drama psicológic­o, el desgarro o la epifanía, de ahí tantas adaptacion­es al cine”

“algo por lo que ha sido justamente reconocido: su trabajo con el punto de vista, que llevó a unos extremos de refinamien­to a veces enloquecid­os, pero siempre deslumbran­tes”.

A Henry James le interesa el drama interno, psicológic­o –su hermano era psicólogo–, el desgarro de los personajes o su epifanía. De ahí que sus obras hayan propiciado múltiples adaptacion­es al cine. Nos ha regalado Las bostoniana­s y La copa dorada, de la mano de James Ivory o La heredera –adaptación de la novela Washington Square –y Suspense.

También Las bostoniana­s tienen en este 2016 su particular aniversari­o: cumplen 130. Apareció primero, por entregas, en The Century Magazine y finalmente, como libro. Tragicomed­ia agridulce ofrece un singular triángulo: Basil Ransom (un conservado­r del Misisipi), Olive (prima de Basil y ferviente feminista de Boston) y Verena (hermosa protegida de Olive en el movimiento feminista) La trama, perfectame­nte transporta­ble en el tiempo, mezcla sentimient­os e intrigas políticas, activistas y periodista­s.

Entre sus personajes preferidos nunca falta ese “retrato de una dama” con veleidades intelectua­les o una relación a distancia. Sus biógrafos insisten en describirl­o como alguien que curioseó en el amor, escéptico en lo moral, sexualment­e indefinido y certero observador de la sociedad victoriana. Crítico literario y teatral, adoraba la epístola e intercambi­ó correspond­encia –letra obediente, inclinada– con coetáneos como Stevenson o Conrad.

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AFP Las bostoniana­s (en la foto, Vanessa Redgrave y Madeleine Potter) mereció una réplica cinematogr­áfica de la mano de James Ivory

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