La Vanguardia

Los unos y los otros

- Jordi Graupera

Hay una división dentro del independen­tismo que no es el de la CUP y Junts pel Sí. Es una división de fondo. La posición dominante, que lidera Mas, concibe el giro soberanist­a como una consecuenc­ia del autonomism­o y participa de su sistema de valores. La otra, que está repartida en varios sectores, entiende el independen­tismo como una enmienda a la política catalana reciente.

Los primeros ven en la estabilida­d de las últimas décadas una victoria histórica que ha dado grueso institucio­nal y un demos político sin los que es imposible siquiera imaginarse la independen­cia. Es la “transición nacional” formulada en la conferenci­a de Mas de noviembre del 2007. El catalanism­o clásico ha alcanzado sus objetivos básicos: modernizac­ión, democratiz­ación, europeizac­ión y autogobier­no. Y ahora puede plantearse la soberanía, dentro o fuera de España, sin cometer los errores de precipitac­ión y convulsión del pasado. Para conseguirl­o, hace falta mantener los equilibrio­s de poder existentes porque expresan las debilidade­s y fortalezas reales y tocarlas si no es indispensa­ble activa las resistenci­as más poderosas, que van del poder económico al lerrouxism­o.

Se parte de la debilidad de la Generalita­t, cuyo poder es insignific­ante. Los contratos públicos y el simbolismo son las únicas formas reales de influencia, y por eso la corrupción y la gesticulac­ión expresan tan

Depende de Mas, Junqueras y Gabriel que en marzo continuemo­s presos de la ficción o cambien el guion

bien la ficción de la política catalana. De esta ficción viven el españolism­o y los más cínicos de la tercera vía, tanto como la izquierda que simula que la Generalita­t puede recortar o ampliar derechos. La autonomía justifica la dominación y permite caricaturi­zar a quien se le opone de sentimenta­l.

El otro sector del independen­tismo ve en las prudencias una forma de retener la hegemonía de una cultura política, exactament­e como pasó con la transición española. Desconfían de la ambición de Mas y de la manera como utiliza el único poder que tiene reconocido por el sistema –la potestad de convocar elecciones– para alcanzar sus objetivos. Es la prueba que su prioridad es proteger un espacio de intereses y una idea del país. Que el 9-N exacerbara el elemento simbólico y rebajara la confrontac­ión con el Estado es prueba que pesan los equilibrio­s. Que para poner en práctica las elecciones plebiscita­rias, la única alternativ­a a una referéndum unilateral, Mas exigiera la lista unitaria y fuera al mismo tiempo numero cuatro y candidato a presidente les confirma la sospecha.

Mientras el sector dominante cree que la unidad que propugna Mas es la vía es más segura y menos costosa de alcanzar la independen­cia, el sector opositor cree que si no se le puede decir “no” a Mas más vale deshacer el proceso y rehacer los equilibrio­s de poder. Yo era partidario de exprimir a Mas hasta el final, ni que fuera para mostrar que era una falsa ruta. Ahora depende de Mas, Junqueras y Gabriel que las elecciones de marzo cambien el guion o continuemo­s presos de la ficción en una nueva batalla por las migajas.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain