La Vanguardia

La España de los Reyes Magos

- Transbordo, Moncloa Fernando Ónega

Cuatro años de ruedas de prensa de los Consejos de Ministros dan para mucho. Dan para hacer una encicloped­ia de los saberes y habilidade­s dialéctica­s de Soraya Sáenz de Santamaría. Dan para tener una doctrina completa sobre la crisis económica y sus soluciones, los equilibrio­s de las grandes potencias, la carrera armamentís­tica, el derecho internacio­nal, la unidad de la nación, las miserias del partidismo, las grandezas de Rajoy y sus equipos o el precio de los cereales. Lo que no podía prever la vicepresid­enta, y así lo dijo, es que se le pidiera también la opinión del Ejecutivo sobre las cabalgatas de los Reyes Magos. Pero se la pidió un periodista, en medio de los criterios demandados sobre la coalición de izquierdas, sobre la coalición de derechas, sobre los sustos de Catalunya y sobre la gobernabil­idad de España. El tema español, en el fondo, ha sido esta semana la cabalgata de los Reyes Magos.

¿Sólo esta semana? Sí, porque tocaba por calendario. Pero en esta edición del 2016 fue el retrato político de las dos Españas que vuelven a emerger. Los nuevos ayuntamien­tos se estrenaban en su primer acto de asistencia masiva y se sintieron en la obligación de mostrar su nueva identidad. La España tradiciona­l se puso en guardia frente a las innovacion­es, no fuese que esos partidos que creen en la consulta popular catalana y otras herejías comenzasen la demolición de las estructura­s patriótica­s por la capacidad de penetració­n social de una fiesta popular e infantil muy arraigada. No fuese que el desfile de los Magos de Oriente fuese un episodio más, maléficame­nte programado, del avance del laicismo y de la destrucció­n de los valores más consolidad­os.

Así, la primera gresca se produjo ante la insolencia de poner mujeres como reinas magas o asimiladas, dónde se ha visto eso. Y la segunda, la proletariz­ación de Sus Majestades, que alcanzó su máximo en Madrid, donde apareciero­n con una corona de todo a cien y unos trajes a modo de batas de andar por casa. Cayetana Álvarez de Toledo hizo su frase histórica, al proclamar “Jamás te lo perdonaré, Manuela Carmena, jamás”. El Partido Popular, según las crónicas, aprovechó para arremeter contra la alcaldesa. Lo dicho: la España progre que quiere que se note su innovación, y la España tradiciona­l, que representa la resistenci­a al cambio. Con este temor: empiezan por cambiar la cabalgata de Reyes y terminan por cambiar la Constituci­ón. O por aceptar la República Catalana. Empiezan por proletariz­ar a los Reyes Magos y terminan por poner al rey Felipe VI en tamaño foto de carnet en el salón de plenos del Ayuntamien­to de Torredemba­rra.

El Gobierno español, por lo visto, no tuvo tiempo a formar su propia opinión, porque tiene su inteligenc­ia ocupada en cómo sobrevivir a la coalición a la portuguesa o cómo encauzar lo que pueda venir de Catalunya. Pero ayer mismo la alcaldesa Carmena dio una pista de cómo terminará el conflicto: en el 2017 hará una cabalgata “más al gusto de todos”, pero con matices “nuevos y sorpresivo­s”. Es decir, una solución centrista-reformista. Los siento, Pablo Iglesias: suena más a Albert Rivera.

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ZIPI / EFE Soraya Sáenz de Santamaría
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