La Vanguardia

Año nuevo en funciones

El año empieza sin gobiernos, ni español ni catalán; pero, salvo en las conversaci­ones, en el Nadal no se nota la diferencia

- Llucia Ramis Barcelona

“Todo lo que no es tradición es plagio”, escribía Eugeni d’Ors. Y en el hotel Palace se repite, año tras año, más o menos la misma ceremonia. Cuando ya estamos hartos de turrones y cava y vida familiar, la entrega de los premios Nadal y Josep Pla nos arrebata la ilusión de ponernos a dieta el día de Reyes. Menú de palabras finas: “micuit de foi”, “zumo acidulado”, “financiero de avellana”, “Namelaka de Guanaja y haba tonka”. Como suele ocurrir, nos lo tragamos todo sin saber exactament­e qué es.

Los casi cuatrocien­tos asistentes se reparten entre la sala Gran Vía (la de “los pobres”, según el artista Gino Rubert), que acoge a redactores, editores y agentes literarios, y la del restaurant­e Caelis donde, en la mesa central, se sienta el presidente del Grupo Planeta, Josep Creuheras, con la alcaldesa Ada Colau a su izquierda y, a su derecha, el presidente en funciones Artur Mas. Con ellos están el secretario también en funciones del Ministerio de Cultura, José María Lassalle, el conseller en funciones Ferran Mascarell, Elisenda Figueras, y la presidenta del Parlament Carme Forcadell, que habla con María de los Llanos de Luna. La delegada del Gobierno (en funciones) le contesta en castellano, menos en dos ocasiones: cuando tocan temas íntimos, desde el pecho, lo hace en catalán.

En otros círculos, veo a José Montilla junto a Jaume Collboni consultand­o algo en su móvil. El filósofo Xavier Rubert de Ventós ha venido con su hija, Xita Rubert Castro, y la madre de ésta, la autora Luisa Castro. Una mujer le ha dicho al galerista Miquel Alzueta que lo atacará un día de estos, creo que se refería a que quiere comprarle un cuadro. También están las escritoras Carme Riera, Clara Sánchez, Najat El Hachmi, Jenn Díaz, Alicia Giménez Bartlett, Care Santos, Bel Olid, Gemma Lienas y Pilar Eyre, que quedó finalista del Planeta en el 2014 con el intraducib­le Mi color preferido es verte. Entre otros autores, veo a Pere Gimferrer, Alejandro Palomas y miembros del jurado del Nadal, como Andrés Trapiello o Lorenzo Silva, y del Josep Pla, como Antoni Pladevall o Àlex Susanna.

Hemos empezado el año sin gobiernos, ni español ni catalán. Pero, salvo en las conversaci­ones, no se nota la diferencia. Cierto que no se habla de las Navidades ni de lo mal que está el sector, sino que, de un modo u otro, todo gira entorno a la política. El que fuera director de Ajoblanco, Pepe Ribas, le cuenta a Arturo San Agustín cómo era el flamante exdiputado de la CUP Antonio Baños cuando trabajaba con él en la revista. San Agustín pregunta si Baños es hijo único. Le contesto que sí. “La huelga de hambre para protestar contra el bloqueo de la investidur­a de Mas es una dieta encubierta después de fiestas”, comenta alguien. En la mesa también están Ignacio VidalFolch, el crítico José Manuel Guelbenzu, el escritor antes conocido como Pablo Tusset (ahora llamado David Cameo), y el director adjunto de La Vanguardia Miquel Molina. El correspons­al Tomás Alcoverro habla de Bilad al-Sham.

Y llega el gran momento. Los miembros del jurado se disponen a otorgar el Josep Pla. Hay un truco para adivinar qué decidirán incluso antes de que acaben de deliberar: por una especie de alienación astral, el premiado siempre se sienta en la misma mesa que los galardonad­os de ediciones pasadas, cerca de una puerta que le permite acceder rápidament­e al escenario. En este caso, el que desaparece justo cuando Sebastià Alzamora hace el veredicto es el periodista Lluís Foix. Contra lo que pudiera parecer, Aquella porta giratòria no trata sobre políticos que acaban de directivos o asesores en grandes corporacio­nes. El título de la obra ganadora hace referencia a la puerta de la redacción de La Vanguardia –“un diario que no intenta cambiar las cosas, sino contarlas”, según el que fuera su director en 1983– cuando se encontraba en la calle Pelai. El libro narra cómo era el periodismo en los años setenta, y Foix continúa el relato de su vida, que empezó con La marinada sempre arriba.

El Nadal se lo lleva Víctor del Árbol, autor de superventa­s como Un millón de gotas, y varias veces reconocido en Francia. Su pasado como mosso amorosso d’esquadra queda reflejado en la temática de sus novelas negras y en el discurso que hace al recibir el premio por La víspera de casi todo. “Lo único que puedo hacer es hablaros desde la emoción, que es una forma de inteligenc­ia”, dice, “si otro no sue- ña contigo, los sueños no se cumplen”. Y a mí me suben de golpe todos los turrones navideños y el roscón de Reyes. Añade: “Mi padre, filósofo de camisa abierta, decía siempre una frase lapidaria: Víctor, la vida te abrirá los ojos”.

Después de cenar con un 5 Fincas Reserva y cava Castillo Perelada, bajamos al Bluesman Cocktail Bar, muy lynchiano, de tonos rojos y dorados. Las más solicitada­s son la responsabl­e de prensa Alba Fité, la editora de Destino, Anna Soldevila,

Forcadell habla con la delegada del Gobierno que le contesta en castellano, salvo al tocar temas íntimos El Nadal ya no es como cuando lo ganó Carmen Laforet en 1945; el periodismo tampoco es como en los setenta

y la de Columna, Glòria Gasch; en sus manos están las invitacion­es para tomar copas gratis. Casi todo el mundo se decanta por el gintonic. El director del Grup 62, Emili Rosales, cuenta que los primeros indicios de la evolución económica se encuentran en el mercado del automóvil y los libros; desde hace dos años, la venta de coches se está recuperand­o, y tras la crisis que ha pasado el mundo editorial, parece que los lectores vuelven a comprar, según confirma el librero de la Laie, Lluís Morral. Quizá lleguen buenos tiempos para la lírica.

Desde que se retiró de la Llibreria 22 (de la que aún gestiona el Twitter, porque nunca se retirará del todo), Guillem Terribas ya no se acuerda ni de la campaña de Navidad. Además ha dejado de fumar. Aunque los ganadores pueden pasar la noche en el hotel (para facilitar la sesión maratonian­a de entrevista­s que les espera aquí mismo a lo largo del día siguiente), Foix ha preferido irse a casa. Del Árbol brinda con Dolores Redondo y más gente.

El Nadal ya no es como cuando lo ganó Carmen Laforet en 1945. El periodismo tampoco es como en los años 70, al otro lado de la puerta giratoria. Tampoco lo son la edición, ni la literatura. Sin embargo, con gobierno o sin él, la fiesta se repite, enero tras enero. Los años nuevos lo son siempre en funciones, enseguida se convierten en pasado. Y ahora que hay tanta polémica sobre los cambios en la cabalgata de los Reyes Magos, recuerdo ese aforismo de Xènius que decía: “Fora de la Tradició, cap veritable originalit­at. Tot lo que no és Tradició és plagi”. Un clásico.

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LLIBERT TEIXIDÓ Jesús Badenes, director de libros del Grupo Planeta, con Pere Gimferrer en el hotel Palace
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TONI ALBIR / EFE Artur Mas conversand­o con Josep Creuheras durante la cena
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