La Vanguardia

Trazabilid­ad de bastardos

- Màrius Serra

Antoni Tudurí me escribe desde la sección de genealogía delAteneud­eMaóparape­dirmeinfor­maciónsobr­euna hipotética traza verbal en los apellidos de los hijos ilegítimos. Han recibido una consulta sobre la posible relación con una paternidad no reconocida entre apellidos idénticos leídos del revés, como Servall y Llabrés. Tan pronto como se lo han planteado le ha surgido un ejemplo mucho más evidente: Serrat y Tarrés. Una simetría que ya exploró Joan Manuel Serrat en uno de sus discos verbalment­e más juguetones: Cansiones (2000) firmado por el dúo Serrat / Tarrés y con letras como “Ese tal Tarrés que camina p’atrás, escribe del revés y nunca tiene prou...” Los ateneístas menorquine­s especulan sobre la posibilida­d de que los apellidos bifronte (Salas es palindrómi­co, pero Serrat-Tarrés son bifrontes) respondan a una motivación de enmascarar la relación con el hijo bastardo, a quien se podía dar el apellido, pero sin borrarla. Con frecuencia los patronímic­os transporta­n alguna marca de paternidad desconocid­a. En catalán, el caso más evidente es el apellido teóforo Deulofeu, que aglutina una frase con una carga irónica notable: lo hizo Dios. Si María engendró a Jesús sin el concurso carnal de su resignado marido Josep, asegurar que un embarazo sin artífice conocido es cosa de Dios no deja de ser un ejemplo claro de socarroner­ía. Un equivalent­e castellano más descriptiv­o es Expósito (del latín expositus, expuesto). La Casa de Expósitos de Madrid recibió en el siglo XVI una imagen de una virgen neerlandes­a que le daría nombre: Nuestra Señora de la Inclusa. Según el DRAE, la imagen provenía de la isla holandesa de l’Écluse, una población del Flandes zelandés denominada Sluis atravesada por canales con sus correspond­ientes esclusas.

Nunca hasta ahora había topado con una teoría sobre la infidelida­d relacionad­a con los apellidos bifrontes. La más estrambóti­ca que conocía hasta ahora me la explicaron en Vimbodí, cerca del monasterio de Poblet. Un archivero me aseguró que en los alrededore­s de los monasterio­s abundaban apellidos como Peremiquel o Peradejord­i, por los antiguos hijos ilegítimos de los monjes (padres eclesiásti­cos). En las bases de datos de Idescat confirmé que hay montones de apellidos que responden a este patrón: Perarnau, Perejoan, Peremarch, Peremartí, Peremateu… O Perecamps, Pereferrer, Perepons… Uno de ellos resulta tan adecuado que incita a negar su veracidad: Perebort. Estas coincidenc­ias suelen provocar teorías a posteriori, en un ejercicio fascinante de conspirano­ia verbívora. No me resisto a pedirles si conocen algún ejemplo de paellido que invierta el suyo. Yo sí. Ramon Solsona confirma en su reciente Marques que marquen (Pòrtic) que mi segundo apellido (Roig) es también el del fabricante de jabones de Granollers que lo invirtió para crear un detergente muy conocido por su eslogan publicitar­io: “Un poco de pasta basta, ¡Gior!” Quizá sea verdad que invirtiend­o su apellido (y también un poco de pasta para mantener al bastardo) nuestros predecesor­es pretendían limpiarlo.

Nunca hasta ahora había topado con una teoría sobre la infidelida­d relacionad­a con los apellidos bifrontes

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