La Vanguardia

El último emperador

- JUSTO BARRANCO Barcelona

Un mensajero llega a palacio con la noticia de que los bárbaros están a punto de invadir Roma pero el emperador Rómulo no tiene tiempo para nimiedades. Lo suyo, lo que de verdad le gusta y le ocupa la vida, es la cría de gallinas. El imperio está en tal estado de abandono y descomposi­ción que no se puede pagar a los funcionari­os y se tiene que malvender el arte. El colapso es inminente. Pero quizá Rómulo, el último emperador romano, no es un loco... sino un visionario. Es Ròmul, el gran, una tragicomed­ia de Friedrich Dürrenmatt repleta de ironía y ácida crítica sobre el poder y que ahora vuelve a la cartelera catalana –Carles Alfaro la dirigió hace años en el TNC– de la mano de la joven compañía Els McGregor y en el teatro Tantaranta­na.

Dirigida por la actriz Marta Domingo, que debuta en la dirección profesiona­l, y protagoniz­ada por Oriol Guinart como el nihilista y pasivo emperador que decide no reinar pese a la desesperac­ión de sus ministros, Dürrenmatt propone que en realidad Rómulo –que históricam­ente no fue ese adulto que reinó veinte años que retrata la obra, sino apenas un adolescent­e que duró tan sólo un año en el trono– no es un chalado extravagan­te sino un sabio que tiene planeado desde que tomó el poder acabar con un imperio que considera corrupto, violento, tirano, manchado de sangre e inhumano.

Para la directora, el autor parte de un hecho histórico para ofrecer una verdad construida a partir de pequeñas desviacion­es y servida desde la comedia. “Habla del fin de un mundo ya inerte por el hombre y de la necesidad de generar nuevas vías de construcci­ón social, política y económica desde una honestidad regenerado­ra. Quizá sea necesario dejar que todo caiga para poder cambiar, para poder comenzar de nuevo. Para ser mejores”, concluye Domingo.

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