El último emperador
Un mensajero llega a palacio con la noticia de que los bárbaros están a punto de invadir Roma pero el emperador Rómulo no tiene tiempo para nimiedades. Lo suyo, lo que de verdad le gusta y le ocupa la vida, es la cría de gallinas. El imperio está en tal estado de abandono y descomposición que no se puede pagar a los funcionarios y se tiene que malvender el arte. El colapso es inminente. Pero quizá Rómulo, el último emperador romano, no es un loco... sino un visionario. Es Ròmul, el gran, una tragicomedia de Friedrich Dürrenmatt repleta de ironía y ácida crítica sobre el poder y que ahora vuelve a la cartelera catalana –Carles Alfaro la dirigió hace años en el TNC– de la mano de la joven compañía Els McGregor y en el teatro Tantarantana.
Dirigida por la actriz Marta Domingo, que debuta en la dirección profesional, y protagonizada por Oriol Guinart como el nihilista y pasivo emperador que decide no reinar pese a la desesperación de sus ministros, Dürrenmatt propone que en realidad Rómulo –que históricamente no fue ese adulto que reinó veinte años que retrata la obra, sino apenas un adolescente que duró tan sólo un año en el trono– no es un chalado extravagante sino un sabio que tiene planeado desde que tomó el poder acabar con un imperio que considera corrupto, violento, tirano, manchado de sangre e inhumano.
Para la directora, el autor parte de un hecho histórico para ofrecer una verdad construida a partir de pequeñas desviaciones y servida desde la comedia. “Habla del fin de un mundo ya inerte por el hombre y de la necesidad de generar nuevas vías de construcción social, política y económica desde una honestidad regeneradora. Quizá sea necesario dejar que todo caiga para poder cambiar, para poder comenzar de nuevo. Para ser mejores”, concluye Domingo.