La gestión de la adrenalina

HUMANOS. Después del punto álgido de motivación que el Mundial de Clubs supuso para el Barça, era previsible –y comprensible– que la tensión cayera tras el parón navideño. Un partido sin fluidez contra el Betis, que sólo pudo encarrilar a raíz de un penalti inexistente, y una primera parte de baja intensidad en Cornellà, que fue penalizada con el empate a pesar de la mejora tras el descanso. En cambio, y justo como consecuencia de la mala digestión del derbi de Liga, el Barça salió hiperexcitado al partido de Copa. Y eso tampoco le conviene, porque el exceso de ímpetu provoca pérdida de precisión, excesiva verticalidad y falta de control de la situación. Sólo Iniesta calibró bien el término medio de revoluciones que requería la situación. La falta de estímulos inmediatos –títulos o partidos grandes– del inicio de año hacen que el Barça viva en una montaña rusa de adrenalina: demasiada o insuficiente. Luis Enrique debe estabilizar la motivación de los suyos. Saltar al campo pensando que los partidos se ganan andando es arriesgarse a una nueva fuga de puntos que el Barça, a la larga, no se puede permitir.

LA MILI DE ARDA. De su calidad nadie duda, pero su debut confirmó lo que cuesta adaptarse al lenguaje del Barça, sobre todo si eres centrocampista. En la primera parte se le vio tan voluntarioso como perdido, hasta el punto que varios compañeros le dieron indicaciones posicionales. Tras el descanso, cuando el Barça fue más académico, mejoró. Arda infunde ilusión porque es el único refuerzo significativo respecto a la temporada pasada pero necesita tiempo.

PEÑARANDA. El joven venezolano es el principal peligro del Granada, por su eficacia –4 goles en 7 partidos de Liga– y descaro. Junto a la velocidad de Success forman una delantera interesante. Sin embargo, la falta de calidad en el centro del campo y las dudas atrás –Sandoval ha cambiado a defensa de 5 al ser el segundo equipo más goleado– reducen la amenaza granadina si el Barça logra impedir sus contraataques.