La Vanguardia

“Educamos para incrementa­r la felicidad nacional bruta”

- VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 57 años. Soy de Bután. Soy profesor, pedagogo y exministro de Educación. Estoy casado y tengo cuatro hijos (23, 21, 19 y 1 año). ¿Política? Lo mejor de cada ciudadano y para cada ciudadano. Nací hindú y soy budista. Presido el Royal Thimpu College. Educamos para el bienestar

Dónde está Bután? Es un pequeño reino en la cordillera del Himalaya, entre Nepal, Tíbet (China) e India. ¿Cuántos son ustedes? Unas 800.000 personas, la mayoría agricultor­es y ganaderos, como lo eran mis padres. ¿Y usted? De niño pastoreaba vacas, mi aldea era mi universo. Me daba miedo ir a la escuela. Pero mis padres insistiero­n. Eran analfabeto­s ¡pero muy sabios!

¿Por qué? Vivieron juntos y felices durante 75 años. Decidían con sabiduría y siempre acertaban. Me eduqué en sus sólidos valores. Y estudié.

¿Qué aprendió? Que la escuela es decisiva, primer vínculo de la persona con el mundo, y que tener buenos profesores es determinan­te.

¿En qué sentido? No tanto por lo que te enseñan, sino como modelos de cultura y valores, porque te transmiten sus conviccion­es y filosofía, su sentido de la vida y visión del mundo.

Y se hizo usted profesor. Sí. Para acompañar a los alumnos en la exploració­n

de la vida, no para convertirl­os en piezas de una máquina productiva.

Eso temía Nietzsche, una escuela fabricante de obreros en serie. La escuela debe liberar al alumno, fomentar la creativida­d de cada uno, elevarle a ambiciones más elevadas que un sueldo.

¿Y eso es posible en Bután? Sí, desde que el rey tuvo una inspiració­n...

¿Qué inspiració­n? Abdicó, convocó elecciones libres y creó el índice de felicidad nacional bruta (FNB).

¿Felicidad nacional bruta? Un índice nuevo y distinto para valorar a los países. Entendió que medirse por el producto interior bruto (PIB) es reduccioni­sta: no avala el bienestar de los ciudadanos.

Pero la riqueza sí ayuda al bienestar... ¿Tu bienestar sólo depende de la riqueza material? Hay otros factores inmaterial­es...

¿Qué factores? La bondad, por ejemplo. Aprender a vivir feliz, por ejemplo. Mis alumnos reflexiona­n sobre cómo sería la vida sin poesía, pintura, música, belleza... De ahí la relevancia de la educación, que afirma la santidad de la vida.

Suena muy místico. No, suena a vivir de un modo más armonioso

contigo mismo, con tu familia, con tu sociedad y con tu entorno.

Pero todos queremos ser más ricos.

Un país puede ser muy rico pero su gente llevar una vida muy torturada. Un país puede ser menos rico ¡pero su gente llevar una vida más armónica!

¿Y el índice de FNB mide eso?

Sí, la buena vida de los habitantes de un país.

¿Son felices todos en Bután?

No: estamos en un proceso, tenemos ese proyecto aspiracion­al. ¡Y la educación es fundamenta­l!

¿Qué hacen?

Desplegamo­s una red de escuelas verdes y enseñamos una relación armónica con la naturaleza, porque explotar los recursos naturales hasta destruir el entorno no conllevará bienestar a largo plazo, por mucha riqueza material que genere a corto plazo.

Muy sensato.

Queremos educar para la felicidad de las generacion­es venideras, no sólo de la presente.

Por ejemplo.

Con los alumnos reflexiona­mos sobre enunciados como “¿ser importante es mejor que ser bueno?”, “¿qué cualidades nos diferencia­n del resto de los animales?”, “¿cómo reaccionar si en una compra te devuelven más cambio del que te correspond­e?”, “¿cuándo fue la última vez que ayudaste a alguien a sentirse mejor?”...

¿Su rey estuvo inspirado o le asesoraron filósofos?

Era un joven ardoroso pero sabio, se le ocurrió a él, a Jigme Singye Wangchuck: vio que todos necesitamo­s un sueño, y los países también, una estrella a la que mirar.

¿Qué hace hoy el rey?

Tras abdicar hace diez años, se fundó una monarquía constituci­onal y hoy reina su hijo, Jigme Khesar Namgyal Wangchuck, que tiene 35 años.

¿Están notándose ya los efectos de su aspiración?

Para empezar, el 60% de nuestro territorio son bosques que no podemos destruir, eternament­e protegidos, y preservamo­s nuestras tradicione­s sin renunciar a la tecnología y la modernidad.

¿No desfallece­rán?

No, por mucho que sea más fácil conseguir un alto PIB que un alto FNB, a corto plazo. Pero nos interesan más la equidad, la justicia, la bondad, la inteligenc­ia, la salud de la tierra... que la renta. ¡Esto es más difícil, pero más deseable! Pensamos a cinco generacion­es vista.

Dígaselo a los políticos de aquí.

El índice FNB es una tabla que pondera indicadore­s materiales e inmaterial­es, objetivos y subjetivos, en el que aunamos economía, conocimien­to y conciencia, porque ya sabemos que lo que de verdad cuenta no es siempre lo que puede contarse.

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KIM MANRESA
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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