El nórdico que resucita a Tarzán
EL SUECO SKARSGÅRD SE DEJÓ EL PELO LARGO Y SIGUIÓ UN ESTRICTO ENTRENAMIENTO PARA INTERPRETAR AL MUSCULADO TARZÁN EN LA NUEVA SUPERPRODUCCIÓN DE HOLLYWOOD QUE SE ESTRENA ESTE AÑO. COMO REY DE LA SELVA OFRECE UNA IMAGEN MUY DISTINTA AL VAMPIRO QUE LE HIZO F
Alexander Skarsgård es alto, rubio, guapo. Cualidades que de poco le servirían en el mundo del cine si no convenciera como actor. Pero este sueco de 39 años tiene talento, y lo demuestra no sólo la variedad de papeles que ha conseguido hasta el momento, sino también el éxito que ha cosechado con ellos.
Tras triunfar como sargento en la miniserie de culto Generation Kill y, más aún, como vampiro en
True blood, una de las series más vistas de todos los tiempos, este año se le verá encarnar al hombre de la selva en La leyenda de Tarzán, la nueva superproducción de Hollywood para este verano.
Una de las razones que llevaron al director David Yates a decantarse por Skarsgård fue precisamente su origen. Nacido en Suecia, ha desarrollado casi toda su carrera en Estados Unidos, lo que hace que “posea esa cualidad maravillosa de no pertenecer realmente a ninguno de los dos lugares”, explicaba hace poco.
Un punto biográfico en común, por lo tanto, con el nuevo Tarzán, a quien el film presenta asentado en Londres una década después de haber dejado la jungla y ante el dilema de volver o no al Congo como emisario especial. En palabras de Skarsgård, la trama va casi “al contrario que en el cuento clásico”, pues presenta a “un hombre que va retrocediendo lentamente, como si se quitara capas, hasta volver a un estado más animal”.
En los carteles divulgados hace pocas semanas, se ve a un Skarsgård con el torso desnudo y muy musculado. Para conseguirlo, tuvo que seguir un estricto régimen de entrenamiento durante los cuatro meses previos al rodaje. “Básicamente no vi a mi familia o amigos”, explicaba recientemente. Aunque asegura que el esfuerzo de tener que levantarse cada día a las cuatro y media para hacer ejercicio “ha valido la pena”.
Hijo del gran actor sueco Stellan Skarsgård, se puede decir que lleva el arte de la interpretación en la sangre. Tres de sus cinco hermanos también se han dedicado al cine: Gustaf, de 35 años, que se hizo famoso con su papel de Floki en la serie Vikings; Bill, de 25, que últimamente ha triunfado con la serie Hemlock Grove de Netflix; y Valter, de 30, que ha participado en varias producciones escandinavas.
Alexander es el mayor de los seis hijos que su padre tuvo con su primera mujer, My. En particular, recuerda la atmósfera “hippy” y “bastante caótica” que se vivía en casa cuando era pequeño. Sus abuelos y tíos habitaban cerca y entraban y salían cuando querían. Era frecuente que, para cenar, hubiera 10 o 15 personas alrededor de la mesa. “Era todo muy ruidoso, muy loco, siempre había mucha comida, mucho alcohol, pero también mucho cariño”, declaraba en el 2010 en una entrevista con el diario The Telegraph.
En aquella época, su padre trabajaba en obras de teatro, muchas de ellas dirigidas por Ingmar Bergman. A veces ensayaba una representación durante el día y actuaba en otra por la noche. Alexander solía acompañarle y se quedaba jugando detrás del escenario. No es extraño, pues, que a los siete años obtuviera su primer papel como actor. Fue a través de un amigo de su padre, que era director, en la película sueca Åke y su mundo.
Más adelante, en 1989, saltó a la fama al protagonizar la serie de televisión El perro que sonreía. Pero tenía sólo 13 años y le incomodaba que todo el mundo le reconociera cuando iba por la calle o que las chicas se presentaran en casa pidiendo autógrafos, así que decidió poner punto final. En siete años no volvió a pisar un escenario y, en particular, agradece la sabia reacción que tuvo su padre. “Tienes que amar lo que haces y si esto no es lo que sientes, mejor hacer otra cosa, sea la que sea”, le dijo. Skarsgård está seguro de que si, por el contrario, su padre le hubiera animado a seguir actuando, probablemente habría continuado algunos años más pero finalmente se habría quemado y hoy no estaría donde está.
Tras una adolescencia algo desenfrenada, en la que se entregó al punk, al alcohol y a su equipo de fútbol, el Hammarby, a los 19 años realizó el servicio militar en la unidad de antiterrorismo. Estuvo un año y medio y, al finalizar, se marchó con un amigo a Inglaterra a perfeccionar el inglés. Admite que no estudiaron demasiado, pero sí salieron mucho y conocieron a un montón de gente. Fue justo por esta época cuando volvió a sentir la llamada de los escenarios.
Se marchó a Nueva York a estu- diar teatro en el Marymount Manhattan College. Pero al cabo de seis meses volvió a Suecia a causa de una chica. La relación no cuajó, aunque sí lo hizo su incipiente carrera de actor. Tras varias apariciones en obras de teatro, producciones televisivas y alguna película, en 2003 fue nominado a un premio Guldbagge, los Goya suecos, por su aparición en El truco del perro.
Sin embargo, su país de origen se le quedaba pequeño, siempre encasillado en papeles de chico bueno, y decidió marcharse a Estados Unidos para probar suerte en Hollywood. Al inicio no fue fácil. Si entraba en algún casting era en la posición 499 para un pequeño papel de una película mala de terror.
El punto de inflexión llegó con Generation Kill, la aclamada miniserie de HBO sobre la invasión de Iraq coproducida por el gran David Simon, artífice de series inigualables como The wire o Treme. Al principio, Simon dudaba de si Skarsgård conseguiría adoptar el acento americano necesario para interpretar al veterano sargento Brad Colbert. Pero, finalmente, su actuación en el casting le convenció.
Aunque, para el sueco, el éxito definitivo vendría con True blood, la famosa serie de vampiros que le ha convertido en un auténtico sex symbol. A partir de entonces, ha aparecido en numerosos y muy diversos filmes. Desde Melancholia (2011), de Lars von Trier, en el que, por primera vez, compartió plató con su propio padre, hasta el drama americano Straw dogs (2011) o la película de acción Battleship (2012). Esta misma semana se anunciaba su participación en Big little lies, la nueva serie que HBO lanzará a finales de año, producida y protagonizada por Nicole Kidman y Reese Whiterspoon.
Muy discreto con su vida privada, mantiene una relación con la modelo y presentadora británica Alexa Chung desde hace un año.