Un catalán junto al trono
Ela corte celestial l salón del Trono es la estancia más importante del Palacio Real. Como su nombre indica, alberga los tronos en los que se sentaron algunos reyes de España, pero jamás los dos últimos. El miércoles, don Felipe presidió allí la celebración de la Pascua Militar, y es donde tienen lugar las ceremonias de Estado más solemnes, como las recepciones del 12 de octubre y las de las cenas de gala a los mandatarios extranjeros. Por eso fue el marco elegido para grabar el mensaje de Navidad de don Felipe que se emitió el 24 de diciembre.
La elección ha tenido defensores y detractores. Acostumbrados a que don Juan Carlos y también don Felipe, en su primer mensaje navideño, hablaran desde una sala de la Zarzuela, a algunos les pareció que el salón del Trono era muy grande y el Rey, en medio, solo, sentado en un sillón, daba la sensación de cierto desamparo. Lo que está claro es que la pretensión de la Zarzuela era enfatizar el discurso del Rey para expresar, como dijo “con dignidad y solemnidad”, la grandeza de España, pero a veces la grandeza está también en las cosas pequeñas.
El lugar central del salón lo ocupa el solio con los dos sillones tapizados en rojo que se han ido renovando a lo largo de los siglos. Los que ahora reposan sobre la tarima, flanqueados por las estatuas de la justicia y la templanza y rodeados por cuatro leones de bronce, datan de hace treinta años, cuando se procedió a una restauración del salón respetando la decoración de tiempos de Carlos III. A los dos tronos se les quitaron recientemente los medallones, labrados en el cabezal, que incluían las efigies de don Juan Carlos y de doña Sofía que ahora han sido sustituidas por una corona. Lo más impactante del salón del Trono, aparte de sus revestimientos de ricas telas rojas y sus doce consolas rococó con sus marcos de espejo, es la impresionante bóveda que alberga el fresco pintado por el artista veneciano Giovanni Battista Tiépolo. En el centro de la composición se sitúa el trono español, custodiado por Apolo y Minerva, así como por las alegorías del arte de gobernar: la paz, la justicia, la virtud, la abundancia y la clemencia. La curiosidad se encuentra en la cornisa, donde hay un sinnúmero de figuras que representan las diversas identidades de los territorios que formaban la Corona de España en el siglo XVIII, desde las posesiones de ultramar hasta lo que algunos historiadores denominan antiguos reinos peninsulares. Catalunya está representada por la figura de un hombre con barretina y pipa con el fondo de un pico del Pirineo. Pues va a ser que la elección del salón del Trono escondía otro mensaje.
UNA PATATA CALIENTE
Ni la Zarzuela ni el Ministerio de Exteriores han dicho ni mu, pero todo indica que el viaje de Estado de los Reyes a Arabia Saudí, anunciado unilateralmente por los saudíes, es una patata caliente sobre la que el gobierno en funciones de Mariano Rajoy tendrá que tomar una decisión en breve. No hay duda de que el reciente viaje, considerado privado, del rey Juan Carlos a Arabia Saudí fue, en realidad, una especie de misión especial para aprovechar la buena relación del emérito con los Al Saud y calmarles los ánimos por los retrasos en la construcción de la línea de AVE entre Yeda y La Meca que construye un consorcio español. Don Juan Carlos, por indicación del Gobierno español, comprometió la presencia del rey Felipe y los saudíes anunciaron el viaje, previsto para el 16 de febrero. Ahora, ante la evidencia de que en la fecha señalada difícilmente habrá nuevo gobierno del PP y ante la crisis generada por las ejecuciones masivas en Riad, la Zarzuela prefiere aplazar un viaje que puede comprometer la imagen del Rey.
EL PRÍNCIPE JUBILADO
El pasado 31 de diciembre, la reina Margarita de Dinamarca anunció en su discurso de Fin de Año la jubilación de su marido, el príncipe Enrique de Montzepat, de 81 años, con quien se casó en 1967 y con el que ha tenido dos hijos: Federico, el príncipe heredero, y Joaquín, el segundón.
El príncipe Enrique llevaba ya algún tiempo escaqueándose de las funciones públicas y protagonizando, de vez en cuando, alguna que otra polémica a cuenta de sus declaraciones, siempre extemporáneas. Desde hace años, sobre todo a raíz de que, tras su boda con Mary de Dinamarca, el príncipe heredero adquirió más protagonismo, el marido de la reina no oculta su disgusto por haber pasado a segundo plano. El príncipe Enrique considera, y lo ha dicho varias veces, que él es el número dos del reino y no acepta que, por lógica constitucional, sea su hijo Federico y no él quien sustituya a la reina en las labores de representación. Hace unos meses, el marido de la reina Margarita se quejaba de que su nuera, la princesa Mary, sería reina mientras que a él se le había negado el título de rey. Quizá ya va siendo hora de alcanzar la igualdad y, visto lo visto, lo mejor sería que las mujeres que se casan con príncipes herederos o con reyes tampoco se conviertan en reinas. Que sean las esposas del Rey y punto.