CON MUCHA GUASA
El buen pueblo llano es de natural cómico, tanto que es capaz de sacarle punta a los hechos más escalofriantes. Por ello, del intento de golpe de Estado de 1932 no nos queda en la memoria más que su nombre caricaturesco: la sanjurjada. Viene este ingenioso sustantivo del nombre de su protagonista, el general José Sanjurjo, un militar que fracasó sin paliativos en la asonada que proclamó desde Sevilla pero al que no había que tomarse a broma: fue él quien dirigió en 1925 el desembarco de Alhucemas, la operación que tras años de inútil guerra en Marruecos había puesto contra las cuerdas a otro tipo de armas tomar, el rebelde Abdelklrim. A Sanjurjo está claro que le resultó más fácil enfrentarse a cara de perro contra los rifeños que convencer a sus propios conmilitones, que le dejaron solo a la hora de la verdad.
Año importante 1932, preñado de acontecimientos que cobran dimensión vistos en perspectiva. Uno, la sanjurjada, que fue un claro precedente de lo que estaba por llegar en 1936 a manos de otro general curtido en Marruecos. Y dos, la discusión del Estatuto de Autonomía catalán en las Cortes de la Carrera de San Jerónimo, acelerada precisamente por el golpe sevillano y que fue votada el 9 de septiembre consiguiendo abrumadora mayoría (314 diputados a favor y 24 en contra), un episodio que luego hemos visto repetido unas cuantas veces más con idénticos temas y escenarios, por lo que se nos revela hoy –la comicidad, de nuevo– como el primer capítulo de ese día de la marmota eterno en el que parece vivir instalada Catalunya, en ingeniosa definición del spin doctor de Podemos Íñigo Errejón. Hasta Stan Laurel y Oliver Hardy se tomaban a broma la política ya por entonces. En el cine Fémina de Barcelona se proyectó aquel año Politiquerías, una comedia del Gordo y el Flaco en la que el entrañable Ollie es nominado a alcalde, nada menos. Su brillante futuro, qué duda cabe, resultará demasiado bonito para ser cierto: aparece una antigua amante que amenaza con filtrar una foto a la prensa…
Lo demás se lo pueden imaginar, como la vida misma y con mucha guasa.