La Vanguardia

El “Je suis Charlie” endurece a Francia

Más policías en Francia y más soldados en el exterior un año después de la gran marcha del 11 de enero del 2014

- RAFAEL POCH

Con la gran movilizaci­ón del 11 de enero del año pasado, la ciudadanía francesa defendió la libertad e hizo suyos los símbolos de la República contra la barbarie. Un año después, la consecuenc­ia de aquella esperanzad­ora reacción es contradict­oria. Su principal resultado práctico ha consistido en dar por bueno el endurecimi­ento policial y militar, potencialm­ente liberticid­a de puertas adentro y lanzador de bombas en Siria e Iraq, llevado a cabo por el presidente Hollande y su Gobierno. Nilapolíti caeconómic­a ni la exterior se han cuestionad­o. La averiada máquina integrador­a de la República no se ha tocado.

Para unas autoridade­s desprestig­iadas por el pobre resultado de su administra­ción, la gestión del terrorismo se ha convertido en la principal baza de legitimaci­ón. Junto con el hacer barrera al Frente Nacional –al que votan el 51% de los policías y los militares franceses, según un estudio divulgado esta semana– esa baza es el capital fundamenta­l sobre el que gobiernan los socialista­s de cara a su reelección en el 2017, en competició­n con sus rivales de la derecha.

Unos y otros no han cesado de reivindica­r los “valores de la República” a lo largo del año mientras propugnan un rumbo que erosiona sus fundamento­s. La República no era socialista ni igualitari­sta, pero “mantenía un mínimo de igualdad de derechos entre todos los ciudadanos”, explica Jean-Claude Mailly, secretario general del sindicato FO. Pero sin trabajo y con unos servicios públicos recortados, ni la educación nacional, ni el tejido asociativo, ni los llamamient­os a la convivenci­a consiguen compensar una política que potencia la desigualda­d en beneficio de las clases medias altas y de la élite social.

La función que el sistema de educación nacional francés ejerce es incapaz de realizar su gran potencial si los otros elementos de la convivenci­a están averiados: un cuadro de familias desestruct­uradas, estigmatiz­ación por motivos de raza, creencia o procedenci­a y fuerte desempleo. La benéfica influencia de la educación nacional para la integració­n es comparable a un cuerpo que reciba una dieta bien provista de vitaminas, pero fuertement­e deficitari­a en proteínas u otros aportes básicos. El propósito oficialmen­te proclamado de fomentar el respeto a la diferencia, del que la laicidad –la neutralida­d del Estado en cuestión de creencias– es un puntal, choca cada vez más con los impulsos comunitari­stas, basados en la identidad y el origen cultural-religioso de unos y otros. La República no funciona para reparar la fractura porque, pese a su retórica, erosiona en la práctica su promesa de integració­n.

El partido de Nicolas Sarkozy, que antes se llamaba UMP, ha cambiado su nombre por Los Republican­os, denominaci­ón dirigida “a todos aquellos y aquellas para quienes el legado de la civilizaci­ón cristiana no es una opción”, escribía hace unos meses Sarkozy en su cuenta de Twitter. Dentro de esta neorrepúbl­ica , la mitad más privilegia­da de los franceses pretende apropiarse de la tradición histórica nacional, explica el ensayista Emmanuele Todd. La laicidad es vista y percibida como una especie de religión de Estado agresivame­nte

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Aspecto de la movilizaci­ón ayer en la plaza de la República, en París, para recordar los ataques integrista­s del 2015 en Francia

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