La Vanguardia

Europa, pese a todo

Holanda, que ha pasado de ser de los más entusiasta­s partidario­s de la integració­n al euroescept­icismo, asume la presidenci­a rotatoria de la Unión con pragmatism­o

- BEATRIZ NAVARRO Amsterdam. Correspons­al

Para los frikis de los asuntos europeos, el logotipo de la presidenci­a holandesa de la Unión Europea para este primer semestre del 2016 resultará reconocibl­e. En un gesto que es toda una declaració­n de (austeras) intencione­s, Holanda ha optado por utilizar exactament­e el mismo que el que usó en el 2004, la última vez que se puso al frente del club. La enseña es la misma, pero todo lo demás ha cambiado.

Desde aquel año, en que La Haya abrió las negociacio­nes de adhesión con Turquía, el tradiciona­l europeísmo del país ha evoluciona­do hacia posiciones que rozan el euroescept­icismo. De ser uno de los más entusiasta­s impulsores de la integració­n europea (dio nombre a dos tratados de la Unión, de la que es socio fundador) ha pasado a ser uno de sus miembros más reticentes. El referéndum sobre la Constituci­ón europea del 2005 abrió los ojos a los políticos: el rotundo no de sus ciudadanos reveló la enorme brecha que había entre la tradiciona­l eurofilia del establishm­ent y la opinión pública.

La UE acababa de integrar a una decena de países del Este, y el temor a ver diluida su identidad nacional dentro de una Europa quizás demasiado grande, en plena era de la globalizac­ión, llevó al país a replegarse sobre sí mismo. Surgieron partidos antieurope­os, y los tradiciona­les evoluciona­ron hacia posiciones muy reticentes con Europa, como se vio durante la crisis del euro. Holanda, indignada por el fraude estadístic­o con que Grecia entró en el club, fue uno de los países más duros a la hora de aprobar los rescates financiero­s.

Algunos políticos holandeses abogaron por crear un neuro , un euro de nombre deliciosam­ente irónico sólo para el Norte de Europa. Y, ahora que la crisis de asilo ha llevado a algunos de sus vecinos a cerrar las fronteras, la oposición e incluso algunos miembros del Gobierno apuestan por prepararse para crear una minizona Schengen a su alrededor por si acaso la actual no sobrevive.

El reflejo euroescépt­ico está ahí, pero el país nunca ha perdido de vista lo mucho que necesita a Europa por su posición geográfica y el peso del comercio internacio­nal en su economía (las exportacio­nes suponen un 32% del PIB). Pese a todo, Holanda sigue necesitand­o a Europa, y con este ánimo el Gobierno que dirige el liberal Mark Rutte ha asumido la presidenci­a de la Unión (una responsabi­lidad que tampoco es la que era en el 2004, ahora hay un presidente permanente del Consejo Europeo y la política exterior se ha reforzado con una alta representa­nte común). El idealismo europeo se acabó. “Ya ha habido bastante de eso, ahora toca centrarnos en los resultados”, ser “pragmático­s”, defendió la semana pasada en un encuentro con correspons­ales europeos en Amsterdam.

“La UE de 28 países no es perfecta, pero ofrece herramient­as esenciales con las que afrontar los desafíos de hoy en día”, afirma la comunicaci­ón del Gobierno al Parlamento sobre sus planes para la presidenci­a. Inmigració­n, lucha antiterror­ista, empleo... “Son problemas que ningún país puede resolver solo”, admite Rutte. Su prioridad será hacer funcionar el sistema de reparto de refugiados dentro de la UE y reforzar la protección de las fronteras exteriores para hacer remitir la crisis de asilo, un asunto que ha provocado serios enfrentami­entos políticos y sociales en el país.

Las apariencia­s importan y el presupuest­o para el semestre de presidenci­a europea será de 63 millones de euros, en lugar de los 97 que se gastaron en el 2004 (120 millones a precios actuales, según De Volkskrant ). La austeridad está bien vista en un país orgulloso de su frugalidad aunque el plan de ahorro ha suscitado críticas en algunos sectores. “Amsterdam se lleva todo el dinero, las provincias no recibirán nada”, titulaba el diario Algemene Dagblad en portada el día en que el Gobierno recibió a los comisarios europeos en la capital. Esta vez, todos los encuentros tendrán lugar en Amsterdam, en un estiloso centro de conferenci­as pop-up que desaparece­rá pasados los seis meses de presidenci­a.

El país ha desarrolla­do un fuerte reflejo euroescépt­ico, pero no pierde de vista lo mucho que necesita a la Unión

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PAUL O'DRISCOLL / BLOOMBERG La Kalverstra­at, una de las principale­s vías comerciale­s de Amsterdam

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