La Vanguardia

Algo Alicia, un mucho iluso, un grano para España

- Fernando Ónega

Formalment­e, fue la sesión de investidur­a más rápida de la historia. Una sesión contra reloj, contra el calendario, sin tiempo para preparar discursos ni del candidato ni de la oposición, por puro miedo a llegar a las 12 de la noche sin president. Pero se llegó. Se salvaron las formas. En el último día, aunque fuese domingo. Con un Artur Mas en su última cosecha de aplausos. Pero se consiguió lo fundamenta­l: hay president y se evitó repetir elecciones. Enhorabuen­a a quienes huyeron de las urnas, por los riesgos que tienen las consultas al pueblo. Aunque haya habido subasta de la presidenci­a.

Políticame­nte, esta crónica debería titularse “Descubrien­do a Puigdemont”. Hasta ahora era un periodista que, como dijo el torero, “degenerand­o, degenerand­o”, llegó a alcalde de ciudad importante, encabezó el municipali­smo independen­tista y con merecida fama de soberanist­a. Ayer topó con una definición habilidosa de Inés Arrimadas: “El señor Mas de lo mismo”. Descontada la mala uva, es verdad: el nuevo presidente asume el programa de quien no pudo ejercer su mandato, incluido su silencio sobre la corrupción. Comienza atado por ese programa y esas limitacion­es, pero con tres matices: la conciencia de lo difícil del proceso; más sentido social y mayor inquietud por la realidad de una sociedad y una economía todavía en crisis, y habilidad para enmarcar el momento político de Catalunya: “Postautono­mía y preindepen­dencia”.

Hay un punto de política ilusa en su pensamient­o. No dibujó un programa para 18 meses. Dibujó un tratado de la bondad y la felicidad, muy en línea con la ensoñación independen­tista, con empleo estable, desfavorec­idos atendidos, refugiados con cartilla sanitaria, país justo y gobierno transparen­te. Promete lo posible, como el plan de emergencia, y lo imposible como el Banco Nacional de Catalunya o la agencia de la Seguridad Social. Es un poco Alicia, que llega a la Generalita­t con sus ilusiones intactas, en una virginal ingenuidad resaltada por Lluís Rabell. Si de verdad espera negociar la independen­cia con España, me temo que le espera mucho desencanto y decepción.

Y temo otra cosa: que, a pesar de todo, al Estado y al señor Rajoy o a quien gobierne España le salió un grano más correoso que Artur Mas, y miren que Mas es correoso. Luce una moderación inquietant­e para quien tiene el encargo de construir un Estado. Muestra una calma que indica que no se saldrá del guion soberanist­a. Tiene una convicción de Estado catalán que augura grandiosas tensiones. Y el debate dejó una cosa clara: Puigdemont cuenta con mayoría parlamenta­ria para el plan soberanist­a. Pero también una oposición más contundent­e que su antecesor. Los trenes se han vuelto a poner en marcha.

Cuenta con mayoría para el plan soberanist­a, pero también con una oposición más contundent­e que su antecesor

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