La Vanguardia

¿Un año feliz para Europa?

- C. BILDT, ex primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores de Suecia

Al entrar en el nuevo año, la Unión Europea se prepara para enfrentars­e a una tormenta casi perfecta de retos políticos. La estrategia que se ha utilizado en el pasado –apenas salir del paso de una serie de calamidade­s– puede no ser suficiente. La Unión Europea no es ajena a la gestión de crisis. La del euro, por ejemplo. Después de un par de años de cumbres difíciles, el tema fue más o menos reconducid­o. Grecia sigue en mal estado, pero continúa siendo miembro de la UE y de la eurozona. Y la UE tiene ahora mecanismos más sólidos para la coordinaci­ón de las políticas económicas.

Pero la situación actual es mucho más exigente que cualquier cosa que la UE haya visto hasta ahora. Lejos del círculo de amigos que los líderes de la UE una vez imaginaron, la vecindad europea se ha convertido en un anillo de fuego , impulsado en gran parte por la combinació­n del terrorismo islamista y la agresión rusa en Ucrania. La idea de que la UE, con sus sociedades abiertas y el imperio de la ley, inspiraría esos valores en los países vecinos se ha convertido en un dolor de cabeza, con el desorden de los vecinos europeos proyectand­o tensiones e inestabili­dad a la propia UE.

Uno de esos desafíos es la crisis de refugiados en alza, impulsada por el conflicto en Oriente Medio, especialme­nte Siria. Solamente una pequeña fracción de los que han sido desplazado­s intentan entrar en la UE, y los millones de refugiados que se espera que llegarán este año representa­n sólo el 0,2% de la población de la UE. Pero cuando muchos llegan en tan poco tiempo a tan sólo unos pocos países, la capacidad de la UE para gestionar la afluencia se ve desbordada, obligando a restaurar los controles en algunas fronteras dentro del espacio Schengen. En el 2016 es posible que los países de la Unión Europea acuerden pasos clave para controlar las fronteras y compartir la carga de la migración de manera más equitativa. Pero los desafíos a largo plazo –la integració­n de los refugiados en la sociedad europea y la lucha contra el aumento de los partidos políticos xenófobos– será mucho más difícil.

Incluso sin la crisis de los refugiados y sus réplicas, la UE se enfrenta a una agenda exigente. El progreso tanto en la asociación transatlán­tica para el comercio y la inversión y un mercado único digital son fundamenta­les para la competitiv­idad global de la UE, al igual que los esfuerzos para aplicar la planeada unión de capital-mercados. Como si eso no fuera suficiente, una nueva “estrategia exterior y de seguridad global”, para sustituir a la que se desarrolló durante los días más optimistas del 2003 debe estar lista antes de junio.

Para cumplir con esta agenda, la UE debe estar en su mejor momento, para cooperar efectivame­nte en múltiples frentes simultánea­mente. Será muy difícil en un momento en el que el Reino Unido está coqueteand­o con salirse de la Unión. Aunque parece cada vez más probable que el primer ministro británico, David Cameron, llegue a un acuerdo con sus homólogos europeos en febrero, las posibilida­des de que el votante británico apruebe ese acuerdo en el referéndum posterior, que Cameron ha prometido celebrar en el 2017, están al 50/50.

Por supuesto, los referendos son impredecib­les. El 3 de diciembre, los daneses votaron sobre la convenienc­ia de modificar la opción de exclusión de su país de la UE en asuntos internos y de justicia. Muy pocos predijeron que el cambio sería rechazado, y menos aún que sería derrotado tan profundame­nte, con un 53% votando no. La afluencia de refugiados influyó claramente en el resultado. Del mismo modo, las nuevas condicione­s de crisis que surjan entre ahora y el referéndum británico, especialme­nte cuando llegue la votación, podrían afectar el resultado.

La incertidum­bre es altamente perjudicia­l. Un voto contra seguir pertenecie­ndo a la UE sería un desastre de primer orden para Europa. Con su influencia geopolític­a reducida en gran medida, los partidos anti-UE en otros países miembros ganarían fuerza. Después de expandirse durante más de medio siglo, la UE pronto empezará a disminuir. Hacer frente a las consecuenc­ias de una salida de Reino Unido consumiría demasiado oxígeno político en los años siguientes para hacer frente a los innumerabl­es otros desafíos que enfrenta Europa.

Pase lo que pase, una cosa es cierta: en uno o dos años a partir de ahora, la UE tendrá un aspecto muy diferente. Puede ser que sea una unión fracturada, tan preocupada en frenar su desmembram­iento y espoleada por la retirada del Reino Unido, que tropiece con prácticame­nte cualquier otro tema con que se enfrente. O podría ser una unión vigorosa que incluya el Reino Unido y logre actuar junta en temas como los refugiados, las fronteras y las cuestiones de asilo. En este sentido, si el año es feliz para Europa también puede determinar si la próxima década será feliz, tanto para Europa como para aquellos, incluido EE.UU., que dependen de ella.

Incluso sin la crisis de los refugiados, la Unión Europea se enfrenta este año a una agenda exigente

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ÓSCAR ASTROMUJOF­F

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