La Vanguardia

Rosemary, el patito feo de la familia Kennedy

Rosemary, disminuida psíquica, fue lobotomiza­da y condenada al ostracismo

- ELIANNE ROS BARCELONA

Los Kennedy cultivaron siempre esa imagen de la familia perfecta que encandiló a los norteameri­canos y al mundo entero. Pero no todos los miembros del clan eran guapos y brillantes. Dos libros publicados en Estados Unidos relatan el trágico destino de Rosemary, hermana del admirado y popular presidente John F. Kennedy.

“Todos mis patos son unos cisnes”, solía decir Joe, el patriarca de la dinastía, cuando se refería a su prole. ¿Todos? De cara la galería sí, pero los nueve hijos que tuvo con su esposa, Rose, uno cargó con el papel de

patito feo. Rosemary, la tercera después de Joe júnior y de John y la mayor de las cinco chicas, no estaba a la altura de la estirpe. Nació el 13 de septiembre de 1918 tras un parto aparenteme­nte mal resuelto, al que el médico llegó con retraso. Su madre pronto se dio cuenta de que el bebé tenía problemas de aprendizaj­e, no gateaba, le costaba articular... A los cuatro años fue diagnostic­ada con un ligero retraso mental.

Los testimonio­s recogidos por Elisabeth Koehler-Pentacoff, autora de La Kennedy olvidada , y la investigac­ión realizada por Kate Clifford Larson en el libro titulado Rosemary, la hija oculta

de los Kennedy , dibujan un padre contrariad­o, que optó por silenciar la situación, esperar que la niña mejorara. En vano. Se convirtió en una adulta de rostro agradable, pero con unos kilos de más y que se expresaba “como una niña de 10 años”. En las fiestas, los amigos de los hermanos Kennedy debían invitarla a bailar pese a que ella era incapaz de seguir el ritmo.

Por entonces, el adinerado patriarca estaba ocupado trazando la carrera política de sus vástagos y temía que Rosemary, cuyas crisis de cólera y fuerte pulsión sexual le avergonzab­an, pudiera perjudicar la campaña si se quedaba embarazada. Demasiado gruesa a sus ojos, rompía la estética de la estampa familiar, así que la apartó de las sesiones fo- tográficas. En el año 1941, decidió someterla a una lobotomía, arriesgada técnica quirúrgica de dudosa eficacia. Los médicos más optimistas de la época hablaban de un éxito reducido a un tercio de los casos. La intervenci­ón fue un desastre. A los 23 años, Rosemary “perdió la capacidad de hablar, su movilidad se vio seriamente perjudicad­a y perdió su independen­cia para el resto de su vida”, cuenta Timothy Shriver, sobrino de Rosemary y presidente de los Juegos Paralímpic­os.

Joe optó por internarla en un centro psiquiátri­co. En 1949, la trasladó a una institució­n católica de Wisconsin, a 1.800 kilómetros de la residencia de los Kennedy en Cap Cod. Y la triste historia de Rosemary se convirtió en un secreto de familia. La versión que se ofreció a los amigos era que Rosemary se había ido al medio oeste, donde ejercía de profesora en una escuela para disminuido­s. Su padre, al que ella tanto amaba, nunca fue a visitarla, pero siguió obsesionad­o por su peso. Incluso escribió al centro pidiendo que la sometieran a régimen.

¿Qué pensaba Rose, la madre? Aparenteme­nte, consintió. Su hijo menor, Teddy, que por aquel entonces tenía 9 años, tan sólo recuerda haber oído que debía hacer lo que su padre le dijera si no quería acabar como su hermana.

A los 84 años, en sus memorias, la matriarca evocó el drama por primera vez. Admitió que su marido, supuestame­nte aconsejado por los médicos, prohibió todo contacto de la familia con Rosemary. Incluida ella, que no fue a verla hasta 1961, después de que Joe sufriera un ataque cerebral que le dejó ocho años atado a una silla de ruedas. A partir de entonces, tras 20 años apartada del mundo, Rosemary pudo volver a relacionar­se con los suyos y reunirse con su querida hermana pequeña, Eunice, que ha consagrado su vida a los niños disminuido­s.

La Kennedy que empañaba el retrato de la familia ideal sobrevivió a las sucesivas catástrofe­s que se abatieron sobre el clan, llevándose por delante a cuatro de sus hermanos. Falleció por causas naturales en enero del 2005, a los 86 años.

Joe temía que Rosemary, con una fuerte pulsión sexual, perjudicar­a la campaña si quedaba embarazada

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DEREK BERWIN/GETTY IMAGES) Retratos. Arriba, Rose Kennedy, esposa de Joseph Kennedy, en medio de sus hijas, Kathleen (izq.) y Rosemary (dcha.), en Londres. Abajo, la familia Kennedy en su sala de estar de Brookline, Massachuse­tts, en 1930; arriba a la derecha Rosemary
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BACHRACH / GETTY IMAGE
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