La Vanguardia

El Supremo indio, contra los toros

- JORDI JOAN BAÑOS Nueva Delhi. Correspons­al

Cornada del Tribunal Supremo indio a los mozos aficionado­s a los toros. Más dolorosa después de que el Gobierno les pusiera la miel en los labios hace unos días. El correbous indio –el jallikattu– no se celebró el año pasado, por primera vez en siglos, por la aplicación de una sentencia bienintenc­ionada del Supremo. Pero, el pasado viernes, el Ministerio de Medio Ambiente notificó que retiraba la protección a las razas de bueyes usadas en el jallikattu, con el fin de mantener la tradición.

Inmediatam­ente la Protectora de Animales volvió a pedir amparo al alto tribunal, que este martes dictaminó que mantiene cautelarme­nte el veto. Sin embargo, las espadas siguen en alto y la jefa de gobierno de Tamil Nadu, Jayalalith­aa, ha instado a su aliado, el primer ministro indio, Narendra Modi, a autorizar la tradición por decreto. El suspense se mantiene a pocos días del Pongal, la fiesta tamil de la cosecha, que empieza este viernes. En ella, además del arroz con leche, son de rigor las fiestas taurinas.

O lo eran. Hace cinco años el anterior gobierno prohibió la explotació­n de animales como leones, tigres, osos o monos, usados secularmen­te en espectácul­os circenses por las castas itinerante­s. Se incluyó en la prohibició­n el uso de toros y bueyes, tanto en el tradiciona­l jallikattu como en las carreras de carretas, típicas de Maharashtr­a.

Contra aquella prohibició­n se presentó un recurso, que sólo fue desestimad­o por el Supremo días después de las elecciones que llevaron a Modi al poder. Un regalo envenenado para su partido de valores brahmánico­s, que presume de proteger a las vacas en particular y a los bóvidos en general (lo que no impide que India sea el principal exportador de carne de búfalo del mundo).

A un observador extranjero, sobre todo de un país taurino, lo que le llama la atención es que, en realidad, los que se llevan la peor parte en el jallikattu no son las reses, sino los mozos. Doscientos han muerto en dos décadas, algo que no parece inquietar demasiado a nadie. El desconcier­to aumenta al ver mozos saltar a la chepa de bichos de más de 600 kilos en estampida, intentando mantenerse asidos durante tres trotes o quince metros. Y es que cientos de mozos, cada cuadrilla con su camiseta, compiten por llevarse los premios asociados a la fiesta. A veces, fajos de billetes enrollados en los cuernos de las reses.

En un país en que todavía hay caballos humanos –los rickshaws de Calcuta– y donde son habituales los triciclos de pasajeros de tracción humana, la sensibilid­ad vacuna de la judicatura india puede herir algunas sensibilid­ades. Y hasta el ministerio indio –cuyo titular es de Maharashtr­aparecía haber transigido, a cambio de mayores medidas de protección y supervisió­n de los eventos.

En teoría, el animal no debería sufrir ningún daño, aunque se ha documentad­o todo tipo de perrerías con pimienta o alcohol, además del estrés. Nada determinan­te para los aficionado­s, que exaltan su condición de deporte y de rito de paso milenario. Muchos hacen comparacio­nes con las corridas. Pero Chinny Krishna, de la Protectora de Animales oficial, los manda al cuerno: “¡No queremos rebajarnos a las corridas en España, sino elevarnos al nivel de Buda o Gandhi!”.

En la decisión final pesarán varios cálculos, singularme­nte sobre las elecciones, en breve, en Tamil Nadu, estado sureño que siempre se le ha resistido al nacionalis­mo panindio que representa el BJP de Modi.

El mismo día que el gobierno levantó la prohibició­n, el precio de las razas de bueyes de competició­n se triplicó. Este es el mayor aliciente para su cría y superviven­cia, mientras que su mayor amenaza proviene, paradójica­mente, de los que se preocupan por su nivel de estrés. El acoso legal a la fiesta, que se remonta a hace una década, ha hecho descender la proporción de toros en la cabaña, por falta de rentabilid­ad. Si antes había uno por cada cuatro vacas, ahora hay uno por cada ocho. En otros estados la proporción es todavía más baja.

Tanto el estamento judicial como el personal de oenegés son de extracción abrumadora­mente brahmánica, por lo que el pueblo llano, al que no le sobran las distraccio­nes, tiene las de perder en este pulso, para tranquilid­ad de los bóvidos, aunque aún no haya sonado el último mugido.

Por segundo año, el estado de Tamil Nadu no podrá celebrar sus ‘correbous’ por presión de los animalista­s Doscientos mozos han muerto en dos décadas por las cornadas del ‘jallikattu’

 ?? ARUN SANKAR K / AP ?? Tradición milenaria. Los mozos corren tras los bueyes, sobre cuya chepa deben saltar y mantenerse asidos, en un ‘jallikattu’ en Alanganall­or
ARUN SANKAR K / AP Tradición milenaria. Los mozos corren tras los bueyes, sobre cuya chepa deben saltar y mantenerse asidos, en un ‘jallikattu’ en Alanganall­or
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