Obama, optimista; y punto
BARACK Obama pronunció ayer de madrugada su último discurso sobre el estado de la Unión, un rito anual de la democracia de Estados Unidos que supone, por su fondo y formas, una lección admirable. El presidente se dirige a las dos cámaras del Capitolio, defiende su programa de gobierno del año que empieza y mantiene el delicado –y necesario– equilibrio entre su visión y el bien común. Son discursos patrióticos, en el mejor sentido, razonablemente partidistas y regidos siempre por el respeto y una cordialidad muy norteamericana que diluye el antagonismo entre demócratas y republicanos.
Salvo hipotéticas tragedias, Barack Obama pronunció el último gran discurso presidencial, a falta de la arenga a sus tropas en la convención demócrata del próximo verano. Por mucho que los presidentes sostengan que el último año es un año ejecutivo como cualquier otro, Obama aparcó detalles y recuperó la retórica más ágil para lanzar un mensaje intangible, alejado de la agenda cotidiana: el optimismo.
“Estados Unidos de América es la nación más poderosa de la Tierra. Y punto”, afirmó el presidente, en un tono triunfalista que sintetizó un discurso vibrante, muy del Obama candidato. La diferencia –y he aquí el mérito de Obama– es que lo pronunció con el resumen de siete años en la Casa Blanca. Desde esa obra de gobierno –hay pocos países donde el presidente sea más vigilado con lupa por la oposición y los medios de comunicación–, el presidente Obama se permitió hablar con optimismo del presente y el futuro de Estados Unidos para contrarrestar el ruido que transmite la campaña a la nominación republicana, monopolizada por el populista Trump y sus andanadas catastrofistas.
Sólido en sus argumentos y datos económicos, Barack Obama transmitió confianza en el futuro de Estados Unidos, ese plus único para cualquier sociedad. La carrera a la nominación de los republicanos ha exagerado la situación de EE.UU., ha viciado la percepción de los musulmanes –Obama reivindicó con acierto la histórica tolerancia de la sociedad estadounidense– y ha sobredimensionado la amenaza del Ejército Islámico, aunque Obama cometió la temeridad de banalizarlo más de la cuenta.
El año final de la era Obama ha empezado con el washingtoniano discurso sobre el estado de la Unión y terminará con las elecciones de noviembre. La recuperación económica experimentada bajo su mandato y el alejamiento bélico de Afganistán e Iraq avalaban las palabras de un presidente satisfecho y optimista, capaz incluso de reconocer en el discurso errores serios.