La Vanguardia

Demasiado parloteo

- Quim Monzó

La Cámara Baja del Parlamento ruso –eso que a los especialis­tas en política internacio­nal les gusta llamar “la Duma”– tiene la intención de aprobar unas nuevas normas para penalizar a los diputados que hacen intervenci­ones demasiado largas y charlan tanto y tanto que acaban por desviarse del asunto que se debate. Leo la noticia en el Newsweek que, a su vez, la saca del diario ruso Izvestia.

No acostumbro a mirar sesiones parlamenta­rias pero, las veces que lo hago, a menudo tengo la sensación de que, efectivame­nte, en vez de ir al grano se enredan en una madeja de retórica innecesari­a. Supongo que se trata de intentar lucirse, autopromoc­ionarse y conseguir un titular en los diarios del día siguiente. ¿Quién de nosotros, a veces, sentado en el sofá, no ha interpelad­o al parlanchín en cuestión?

–Venga va, ¡tira p’alante!, que si no nos pasaremos horas.

El problema es que, cuando este al que interpelas acaba, sale otro que hace exactament­e lo mismo.

En Rusia, uno de los castigos que se aplicarían a los que tomasen la palabra

Si no atas corto a los diputados, pueden pasarse horas y horas charlando sin cesar

y de repente cambiasen el tema del debate sería prohibirle­s temporalme­nte el uso de la palabra (una pena parecida a la que hay en rugby, waterpolo, balonmano o hockey hielo con los jugadores que cometen faltas leves). Si el caso es más grave, podrían prohibirle­s intervenir en sesiones futuras. Iván Demchenko, diputado de la Duma por el partido Rusia Unida, el de Vladímir Putin, y miembro del comité de regulacion­es de la Cámara, dice: “Durante la sesión de primavera nos ocuparemos de estas enmiendas. Supongo que formaremos un grupo de trabajo que se encargará de estas cuestiones y, luego, nuestro comité”. Vladímir Pozdniakov, diputado del Partido Comunista, está en contra de penalizar a los que se desvían del asunto pero, curiosamen­te, está de acuerdo en que tendría que haber restriccio­nes que marquen una duración máxima: “Eso forzaría a los legislador­es a ser concisos”.

En Gran Bretaña, el récord lo tiene Henry Peter Brougham que, en 1828, habló durante seis horas sobre una reforma de la ley electoral. En 1831 repitió el mismo récord: seis horas también. El resultado fue que introdujer­on una ley que restringía tanta verborrea. En Australia no debe de haber restriccio­nes de estas porque, hace cinco años, en un debate sobre los sueldos de los funcionari­os, un diputado de los Verdes peroró también durante seis horas, ¡y acabó hablando de dragones! El récord más reciente es el del diputado turco Engin Özkoç, que en el 2012 hizo una intervenci­ón de doce horas –¡doce!– en una sesión sobre una reforma educativa. Ríanse de los discursos de Fidel Castro cuando estaba en forma. Cuando alguien tiene algo interesant­e que decir, lo dice en pocos minutos. Cuando no, charla horas y horas para disimularl­o. Sólo hay que fijarse en las tertulias.

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