El sheriff
Comentaba ayer la convicción de que Catalunya avanza en su proceso, con un mapa político español que se ha movido sensiblemente. Hoy algunos se ponen al teléfono catalán, quizás porque han entendido que la inflexibilidad del PP es la negación más abrupta de la política. La complejidad de la realidad define a un líder político, tanto por capacidad como por incapacidad de gestionarla. Y pase lo que pase, lo que quedará es un presidente de Gobierno que sólo ha sido capaz de usar los instrumentos del Estado como frontón contra Catalunya y... contra la política. Rajoy y su gabinete repleto de salvadores de una España colonial, con Wert a la cabeza del escuadrón, dejarán un legado de severa confrontación que tanto ha ido en favor de las arcas del independentismo como en detrimento de una España moderna. Como me dijo alguien profundamente español, nadie ha hecho más daño a España que este Gobierno. Este, añadiría, y el de tiempos atrás, porque la fatiga catalana no se ha cuajado en dos días.
En estos momentos todo está abierto, y el todo tanto puede virar hacia una Moncloa del PP como del PSOE, obligada la matemática parlamentaria a dominar la trigonometría. Pero
Alguien profundamente español me dijo que nadie ha hecho más daño a España que el Gobierno de Rajoy
en el entreacto y a pesar de estar contra las cuerdas, Rajoy repite los errores con tanta perseverancia que parece vivir en ellos. Por un lado, se parapeta en el papel del sheriff defendiendo el Far West, como si España no fuera un proyecto por reflexionar y negociar, sino un fortín del séptimo de caballería. ¿Cómo se puede, en pleno siglo XXI, tener una mentalidad colonial tan antigua y obtusa ante un conflicto territorial? Se puede. Y transmutado en sheriff, los errores se acumulan: amenazas en ristre, sin capacidad de formulación política; uso obsesivo y excesivo de los estamentos del Estado; nerviosismo hasta el límite del ridículo; e incluso, cosas veredes, una tal presión sobre la monarquía que la lleva a tomar actitudes nada favorables para sus intereses. Rajoy, con su inflexibilidad e incapacidad, va camino de dejar tierra quemada en todas las instituciones que ha chapoteado. Ahora tendremos show con la promesa de la investidura, lo cual es una ironía orteguiana, porque al final los más perdidos por la estética no serán los catalanes, sino los españoles.
Con el sostenella y no enmendalla rajoyano, las miradas se dirigen a don Pedro, cuyos equilibrios entre la voluntad de llegar a la Moncloa y las zancadillas de barones y Susanas le obligan a caminar de torcido.
Más allá de las dificultades tanto del tránsito como de los complejos pactos, lo cierto es que será la piedra catalana la que dé la medida del zapato. Si Sánchez se apunta a la cruzada nacional del PP y pierde la oportunidad de liderar otra España, azuzado por los dinosaurios de su partido, sólo será la copia progre de la derechona de siempre. Catalunya vuelve a ser el gran examen de la política española.