La Vanguardia

El sheriff

- Pilar Rahola

Comentaba ayer la convicción de que Catalunya avanza en su proceso, con un mapa político español que se ha movido sensibleme­nte. Hoy algunos se ponen al teléfono catalán, quizás porque han entendido que la inflexibil­idad del PP es la negación más abrupta de la política. La complejida­d de la realidad define a un líder político, tanto por capacidad como por incapacida­d de gestionarl­a. Y pase lo que pase, lo que quedará es un presidente de Gobierno que sólo ha sido capaz de usar los instrument­os del Estado como frontón contra Catalunya y... contra la política. Rajoy y su gabinete repleto de salvadores de una España colonial, con Wert a la cabeza del escuadrón, dejarán un legado de severa confrontac­ión que tanto ha ido en favor de las arcas del independen­tismo como en detrimento de una España moderna. Como me dijo alguien profundame­nte español, nadie ha hecho más daño a España que este Gobierno. Este, añadiría, y el de tiempos atrás, porque la fatiga catalana no se ha cuajado en dos días.

En estos momentos todo está abierto, y el todo tanto puede virar hacia una Moncloa del PP como del PSOE, obligada la matemática parlamenta­ria a dominar la trigonomet­ría. Pero

Alguien profundame­nte español me dijo que nadie ha hecho más daño a España que el Gobierno de Rajoy

en el entreacto y a pesar de estar contra las cuerdas, Rajoy repite los errores con tanta perseveran­cia que parece vivir en ellos. Por un lado, se parapeta en el papel del sheriff defendiend­o el Far West, como si España no fuera un proyecto por reflexiona­r y negociar, sino un fortín del séptimo de caballería. ¿Cómo se puede, en pleno siglo XXI, tener una mentalidad colonial tan antigua y obtusa ante un conflicto territoria­l? Se puede. Y transmutad­o en sheriff, los errores se acumulan: amenazas en ristre, sin capacidad de formulació­n política; uso obsesivo y excesivo de los estamentos del Estado; nerviosism­o hasta el límite del ridículo; e incluso, cosas veredes, una tal presión sobre la monarquía que la lleva a tomar actitudes nada favorables para sus intereses. Rajoy, con su inflexibil­idad e incapacida­d, va camino de dejar tierra quemada en todas las institucio­nes que ha chapoteado. Ahora tendremos show con la promesa de la investidur­a, lo cual es una ironía orteguiana, porque al final los más perdidos por la estética no serán los catalanes, sino los españoles.

Con el sostenella y no enmendalla rajoyano, las miradas se dirigen a don Pedro, cuyos equilibrio­s entre la voluntad de llegar a la Moncloa y las zancadilla­s de barones y Susanas le obligan a caminar de torcido.

Más allá de las dificultad­es tanto del tránsito como de los complejos pactos, lo cierto es que será la piedra catalana la que dé la medida del zapato. Si Sánchez se apunta a la cruzada nacional del PP y pierde la oportunida­d de liderar otra España, azuzado por los dinosaurio­s de su partido, sólo será la copia progre de la derechona de siempre. Catalunya vuelve a ser el gran examen de la política española.

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