La Vanguardia

Predicar y dar trigo

- Alexis Vegas Egea A. VEGAS EGEA, miembro Cátedra de Empresa Familiar y Creación de Empresas, Universita­t Abat Oliva CEU

Llamémosle Raquel, Robert, Lluís o Laura: veintipoco­s años, mente brillante, expediente notable y mucho optimismo. Acaban de terminar sus estudios y todos, con miedo y entusiasmo, están entre los universita­rios que pretenden crear su propia compañía.

La enseñanza universita­ria está virando hacia un modelo más resolutivo que supone mayor creativida­d, innovación, flexibilid­ad e iniciativa emprendedo­ra. El emprendimi­ento se aprende, pero la actitud emprendedo­ra se educa. Los estudiante­s necesitan formarse en este tipo de competenci­as para poder crear compañías y contribuir al crecimient­o económico, y exigen a las universida­des programas específico­s para desarrolla­r habilidade­s emprendedo­ras. Pero, a nivel público, el apoyo y las ayudas están a años luz de países como Estados Unidos, Canadá o Australia.

Ya en 1776 el economista Adam Smith señalaba que el progreso y el bienestar residen en la mejora de la formación de los trabajador­es. Pero no es hasta el siglo XXI cuando empieza a tomar relevancia el papel de la innovación, y el del desarrollo de habilidade­s emprendedo­ras, como factores clave del crecimient­o a largo plazo. Las universida­des y escuelas de negocios son cada vez más consciente­s de ello y de su papel como motor del desarrollo empresaria­l. No en vano son el punto de partida y el núcleo de creación de las start-up. Boston o San Francisco son clara muestra de la interdepen­dencia entre universida­des, centros de investigac­ión, hospitales y empresas.

Vivimos un momento de permanente cambio y es imprescind­ible promover las habilidade­s emprendedo­ras, que llevan a afrontar los retos tras los cuales están la innovación y el avance global. Sin embargo, la UE no acaba de implicarse en esta tarea, apoya pero no impulsa. La Comisión Europea debería convertir el emprendimi­ento en uno de sus buques insignia, centrar sus esfuerzos en lograr una integració­n de los mercados nacionales, crear una política común para convertirs­e en paladín del emprendimi­ento. Es fundamenta­l promover centros de talento, núcleos de irradiació­n empresaria­l, científica y social que permitan intercambi­ar experienci­as y conocimien­tos prácticos. Seguir, así, el camino ya iniciado en la universida­d. El reto es mayúsculo, pero también lo son las oportunida­des que no debemos dejar perder.

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