Predicar y dar trigo
Llamémosle Raquel, Robert, Lluís o Laura: veintipocos años, mente brillante, expediente notable y mucho optimismo. Acaban de terminar sus estudios y todos, con miedo y entusiasmo, están entre los universitarios que pretenden crear su propia compañía.
La enseñanza universitaria está virando hacia un modelo más resolutivo que supone mayor creatividad, innovación, flexibilidad e iniciativa emprendedora. El emprendimiento se aprende, pero la actitud emprendedora se educa. Los estudiantes necesitan formarse en este tipo de competencias para poder crear compañías y contribuir al crecimiento económico, y exigen a las universidades programas específicos para desarrollar habilidades emprendedoras. Pero, a nivel público, el apoyo y las ayudas están a años luz de países como Estados Unidos, Canadá o Australia.
Ya en 1776 el economista Adam Smith señalaba que el progreso y el bienestar residen en la mejora de la formación de los trabajadores. Pero no es hasta el siglo XXI cuando empieza a tomar relevancia el papel de la innovación, y el del desarrollo de habilidades emprendedoras, como factores clave del crecimiento a largo plazo. Las universidades y escuelas de negocios son cada vez más conscientes de ello y de su papel como motor del desarrollo empresarial. No en vano son el punto de partida y el núcleo de creación de las start-up. Boston o San Francisco son clara muestra de la interdependencia entre universidades, centros de investigación, hospitales y empresas.
Vivimos un momento de permanente cambio y es imprescindible promover las habilidades emprendedoras, que llevan a afrontar los retos tras los cuales están la innovación y el avance global. Sin embargo, la UE no acaba de implicarse en esta tarea, apoya pero no impulsa. La Comisión Europea debería convertir el emprendimiento en uno de sus buques insignia, centrar sus esfuerzos en lograr una integración de los mercados nacionales, crear una política común para convertirse en paladín del emprendimiento. Es fundamental promover centros de talento, núcleos de irradiación empresarial, científica y social que permitan intercambiar experiencias y conocimientos prácticos. Seguir, así, el camino ya iniciado en la universidad. El reto es mayúsculo, pero también lo son las oportunidades que no debemos dejar perder.