Más Carmen
Anteayer, casi a la misma hora tenían lugar dos actos entre los que se puede establecer un cierto paralelismo: en el Palau de la Generalitat, Puigdemont era investido president de una supuesta nueva era. A pocos metros, en el Palau de la Música, se celebraba el Memorial Carmen Balcells. Puro azar: el acto de Carmen, que murió en septiembre pasado, estaba programado desde hace dos meses, mientras que el de la Generalitat cayó ese día por pura carambola, nunca mejor dicho. Las emociones vividas en uno y en otro también debían de ser muy distintas, casi opuestas: personalmente me cuesta menos entender las que vivimos en el Palau de la Música, donde se homenajeaba a una mujer cuya segarrenca e incuestionable catalanidad sería ahora puesta en cuestión por los puristas, una mujer que hizo más por poner a Barcelona y Catalunya en el mapa que todas las Vías y las V baixes.
A Carmen las investiduras no parecían gustarle (asistí a la suya como doctora honoris causa en la Autònoma y me quedó claro que la incomodaban) pero, a la vez, al ser ella un puro oxímoron, posiblemente le entusiasmaban: sí, habría disfrutado con la del martes. En primer lugar porque su capacidad de convocatoria quedó fuera de duda: no sólo muchos de sus autores cruzaron el océano sólo para asistir al acto, sino que llenó el Palau justo el martes de la muy esperada a la par que inesperada investidura de un presidente de la Generalitat que inaugura la era más incierta de estos últimos tiempos, y eso que muchos tuvieron que elegir entre las dos invitaciones (o tuvieron que correr). En segundo lugar porque ella (que siempre quiso ser flaca) eclipsó por completo a la Preysler (aunque esta acaparó unos cuantos flashes, qué le vamos a hacer, somos cotillas). Y, en tercer lugar, porque el acto logró crear una especie de intimidad familiar gracias a un montaje impecable y a las anécdotas que contaron Riera, Vargas Llosa, Palol, los hijos de García Márquez y un finísimo Mendoza. Carmen enviando arreglos florales a diestro y siniestro. Carmen llamando a Can Boadas para que cuando llegaran Mendoza y Manolo Vázquez Montalbán se encontraran con la copa preparada y el coche en la puerta. Carmen bañada en lágrimas y en risas, Carmen afilando su ojo clínico, maquinando y planeando (¿dormía?). Carmen pagesa de la terra ferma y Alicia en el País de las Maravillas, contradicción andante. Carmen mimando a sus autores hasta extremos imposibles de creer si no supieras que son ciertos porque, si de Carmen se escribiera una novela “fiel a la realidad”, esta se enfrentaría con serios problemas de verosimilitud. Las anécdotas de quienes la frecuentaron con asiduidad son inagotables, pero los adjetivos se quedaban cortos. Y aun así, se agotó esta tarde del martes hasta el último adjetivo. ¡Larga vida al sustantivo!
Carmen bañada en lágrimas y en risas, Carmen afilando su ojo clínico, maquinando y planeando (¿dormía?)