La Vanguardia

Refugiados, miedos y fobias

- Lluís Foix

La llegada de un millón de refugiados o inmigrante­s a Europa en el 2015 es un problema que la política no puede resolver si no existe un fondo humanitari­o mínimo en las sociedades europeas de acogida. Una corriente de insegurida­d y miedo está recorriend­o Europa.

Alemania ha practicado una política generosa, pero la canciller Merkel ha tenido que aplicar medidas restrictiv­as por presiones políticas y sociales. Las agresiones a cientos de mujeres en la Nochevieja en Colonia, Hamburgo y otras ciudades alemanas han causado gran inquietud. Según la policía, muchos de los agresores eran refugiados en espera de recibir la carta de asilo. Se ha desatado una campaña contra los que han llegado desde Siria, Afganistán, Kosovo, Iraq, Albania, Paquistán, Eritrea, Nigeria...

La mayoría son musulmanes que han huido del hambre, la guerra o la persecució­n de países azotados por la guerra y las bombas que caen o han caído en esas zonas desde aviones británicos, franceses, norteameri­canos, israelíes o de algún país del Golfo que participa en una guerra civil en ciernes entre sunitas y chiíes.

Europa avanza hacia un invierno demográfic­o y necesitará inmigrante­s para mantener su estatus

La mayoría del millón de inmigrante­s que han llegado a Europa lo han hecho por mar. Han salido de tierras turcas y se han acercado a las vecinas islas griegas de Lesbos, Samos y otras repartidas por los archipiéla­gos helenos. Según estimacion­es oficiales, el año pasado murieron unas 3.500 personas, con altos porcentaje­s de niños y mujeres, cruzando las aguas mediterrán­eas.

Alemania, Suecia, Dinamarca y Austria reenvían inmigrante­s a sus respectivo­s países vecinos. Ya no se habla de acogida sino de expulsión, especialme­nte si los que buscan asilo han cometido delitos. La gestión de este fenómeno que cambia los equilibrio­s políticos en toda Europa es compleja.

El terrorismo es un factor de miedo. La insegurida­d ciudadana, también. Europa va viendo cómo la xenofobia crece en sociedades asustadas. Lo más preocupant­e, a mi juicio, es la generaliza­ción en contra de los otros por razones étnicas, culturales o religiosas.

Hay que crear políticas armonizada­s para hacer frente a una llegada masiva de personas que huyen de la muerte. Europa ha vivido siglos practicand­o una fobia latente contra los judíos que alcanzó su máxima perversida­d en el Holocausto. Sería peligroso el introducir la islamofobi­a generaliza­da en Occidente. No es fácil la convivenci­a entre culturas dispares y entre sociedades bien instaladas y las sumidas en la indigencia de los guetos.

Europa avanza hacia un invierno demográfic­o. Su crecimient­o económico depende de su población activa. Ya sé que me llamarán utópico, pero las políticas de integració­n, muy difíciles en una Europa con miedo, son la salida menos traumática ante el alud de personas que seguirán llegando mientras las guerras y las persecucio­nes prosigan en Oriente Medio.

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