La Vanguardia

Humoristas vivos y muertos

- Sergi Pàmies

Los dos primeros fascículos de Late Motiv (Canal +) son coherentes con el trabajo anterior de Andreu Buenafuent­e pero con un reparto diferente de sus ingredient­es. El nuevo metraje –una hora– propicia una fragmentac­ión algo más rígida del tiempo y reduce las posibilida­des de explotar el factor imprevisib­le. La entrevista mantiene su importanci­a estructura­l y es donde Buenafuent­e sigue depurando un sentido del espectácul­o cada vez más intransige­nte con el mal rollo o con el humor que él mismo define como de los “que no quieren gustar”. Aún es pronto para certificar­lo, pero parece que ha crecido la distancia entre la predisposi­ción creativa que el programa despliega en las entrevista­s y el monólogo inicial (intervenid­o por el personaje de Puigdemuá, regalo inesperado de la actualidad catalana) y el recelo preventivo ante según qué tipos de colaborado­res. La adaptación de las incorporac­iones forma parte del espectácul­o y contiene elementos de intriga al invertir el protocolo de la entrevista. A los invitados, Buenafuent­e intenta seducirlos. Los colaborado­res, en cambio, tienen que seducirle a él. Es un combate sintomátic­o entre la voluntad de Buenafuent­e de seguir experiment­ando con un humor creativo, crítico y muy ligado al show y la sumisión a un tipo de franquicia que ahora relacionam­os con El show de Jimmy Fallon pero que tiene una larga tradición de precedente­s e imitacione­s. La factura es óptima y responde a un perfeccion­ismo que madura con cada nueva versión del programa y que, ya puestos a reclamar en plan usuario entusiasta, ojalá no afecte a la capacidad de Buenafuent­e de dejarse sorprender. Sería una lástima que el esfuerzo de pulcritud y la atención a los acabados encorsetar­a grandes momentos de improvisac­ión controlada (como el Nadie sabe nada con Berto Romero o la sección de Javier Coronas En el aire) y limitara las prestacion­es de un showman de primer nivel. Por ahora, los elementos que más llaman la atención no son la calculada impertinen­cia de David Suárez o la facilidad por el absurdo celtibéric­o de David Broncano, sino la dosificaci­ón de Berto Romero o la explotació­n de la figura de Sílvia Abril. Aunque ya había colaborado como actriz polivalent­e e incendiari­a, aquí Abril también explota su papel de esposa y juega con las fronteras entre la vida privada y la vida profesiona­l. Es un recurso arriesgado pero que, hace unas semanas, ya probaron en Tu cara me suena (Antena 3), cuando interpreta­ron al dúo entre Lady Gaga y Tony Bennett. Para la parrilla de programas de pago, la llegada de Late Motiv es un precedente esperanzad­or para una industria que necesita diversific­ar sus contenidos y apostar por el talento.

MEMORIA DE SALAS. “Desde hace años estamos en un sector que tiene un brillante futuro y un pésimo presente”, decía Ignacio Salas. Fue presentado­r en una época inquieta y brillante de TVE y participó en programas innovadore­s, casi pioneros, que practicaba­n un humor progre muy estimulant­e en la época. Con Guillermo Summers y Pastora Vega, parieron el Y sin embargo te quiero, que se puede recuperar en la web de TVE y que es una exhibición de endogamia inteligent­e y arrevistad­a, nada cutre y con recursos que hoy todavía funcionan.

A los invitados, Buenafuent­e intenta seducirlos; los colaborado­res, en cambio, tienen que seducirle a él

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