El rastro de una tertulia
El restaurante La Puñalada acogió un par de peñas culturales relevantes. La primera fue la que presidió a principios del siglo XX con autoridad indiscutida el llamado filósofo Francesc Pujols. Y fue enriquecida con la presencia intermitente de Santiago Rusiñol, al ir a vivir casi al lado, en la casa de su querido Ramon Casas.
Aquel grupo de tertulianos dejó huella. La prueba es que en 1964 otro grupo consideró conveniente recuperar aquel lugar de encuentro bajo el signo cultural. La iniciativa se gestó al entorno del pintor Bosch Roger y del escultor Martí Llauradó. El coleccionista Gustau Camps fue el dinámico y tenaz mantenedor.
En su mayoría eran artistas y todos ellos cultivadores del realismo. También acogió a otros miembros de vinculaciones culturales diversas, como los escritores Díaz Plaja o Jardí, los periodistas Santos Torroella, Sempronio o Cadena, y el notario Noguera.
De vez en cuando recibían invitados, algunos tan destacados como Miró o Chillida. De tales presencias queda una buena documentación fotográfica.
El fin sobrevino a causa del cierre del restaurante en 1998.
¿Qué quedaría de todo ello? Quizá ni rastro, o muy poco, al igual que había sucedido con las incontables tertulias y peñas habidas a los largo de siglos. Pero gracias al cirujano Manuel Sarró i Palau, miembro conspicuo desde 1976 hasta la bajada de telón, permanecerá una huella indeleble, bien documentada y preservada.
En efecto, hace unos meses publicó un libro monográfico, escrito y sufragado por él, que aporta impecable información escrita y gráfica: Penya La Puñalada .Yarenglón seguido Sarró donó al Museu d’Història de la Ciutat dos grandes óleos de su colección, realizados por el contertulio y pintor Manuel Ricart Serra, que constituyen dos versiones de aquella mesa de una treintena de asistentes a la mesa de la amistad cultural. Es, aparte de su valor artístico, un documento de valor ciudadano.