La huella Balcells en la nueva Catalunya
En la vida las coincidencias no existen. O al menos eso creen los partidarios de la teoría sincrónica. Casi a la misma hora y a poca distancia, en dos palacios diferentes –uno gótico, otro modernista– , tenían lugar el martes la toma de posesión del presidente de la Generalitat y la ceremonia memorial por la agente literaria Carmen Balcells.
Balcells, líder catalana –y muy catalana– de la cultura hispánica, monárquica ferviente (trabajó duro a favor de la Fundación Príncipe de Girona), antiindependentista… ¿Qué hubiera pensado del singular inicio de mandato, con intensificada voluntad de ruptura con España, y guiños al mundo local y al comarcalismo, del nuevo presidente? ¿Habría bastado el –dicen– compartido amor por la literatura de ambos personajes para aproximarles?
Y su proyecto profesional, que contribuyó a reunificar e internacionalizar la creación en español de las dos orillas, convirtiendo a Barcelona en capital cultural de los años sesenta y setenta, ¿sería asumible hoy por esa “nueva Catalunya” que Carles Puigdemont aspira a abanderar? ¿Con qué nivel de reticencia? Balcells, pragmática como era, alérgica a los esquematismos, posiblemente se hubiera negado en rotundo a considerar que su mundo, reunido para recordarla, y el que se había desplegado en el Palau de la Generalitat un rato antes, constituían dos realidades, dos culturas catalanas diferentes.
No lo son, o no del todo, y así lo demostraba, no sólo la presencia sobre el escenario de autores como Carme Riera y Miquel de Palol, sino también la sucesiva asistencia a ambos actos del conseller saliente, Ferran Mascarell, el político cultural más profesional de la España reciente (aunque tal vez él no aprobaría hoy este término). Mascarell mantuvo una larga y cordial relación con la agente y ha negociado entre bastidores para que su archivo se quede en Catalunya. No podía faltar. Pero hay interés por ver qué lazos establece el conseller entrante, Santi Vila, que no estaba presente, con el ámbito que Balcells simbolizó y que su agencia (junto a otros editores y agentes, la mayoría en el memorial) sigue representando: el núcleo que mantiene a Barcelona en la capitalidad editorial internacional.
En el Palau de la Música, parlamentos y documentales evocaban, junto a la figura homenajeada,
¿Constituye el enérgico liderazgo de la agente, y su universalidad barcelonesa, un espejo para Ada Colau?
a los Barral, Gil de Biedma o Ferrater, que desfilaban por pantalla en compañía de Donoso, Fuentes y por supuesto los dos Nobel con años de residencia en Barcelona, Vargas Llosa y García Márquez. Para quienes lo vivieron, fue el conmovedor recordatorio de un momento dorado. Para otros más jóvenes constituyó una sintética e impagable lección sobre nuestra historia cultural.
Así pareció apreciarlo Ada Colau, quien asistió desde el principio, se quedó al pica-pica, dio conversación a quienes se acercaron y fue de las últimas personas en irse, rodeada por colaboradores como el gerente Jordi Martí y la plana mayor del Icub. Una presencia colectiva de peso, y tal vez un mensaje. La alcaldesa, a quien Carme Riera pidió que dedicara
una calle a la agente, manifestó sentirse “tocada” por una ceremonia de alto nivel que combinó emoción y mensaje. “Como si la hubiera organizado Carmen, pero sin sus broncas”, ironizó alguien. ¿Constituye el enérgico liderazgo de Balcells y su aportación universalizadora a Barcelona un espejo en el que la capitana de la nueva izquierda gustaría mirarse?