Injuriosa minoría
La afición incordia a Piqué y al Barça con pancartas groseras, violentas y machistas
Gerard Piqué dio en el clavo. Puso el dedo en la herida. Las gradas del estadio de Cornellà-El Prat no se llenaron. La provocación irónica del defensa del Barcelona no fue suficiente reclamo para atraer a la afición periquita a animar al Espanyol. El campo no sólo no se llenó, sino que hubo menos gente que en el primer derbi de los tres. Ocho mil personas más vieron el 0-0 de la Liga. Eso sí, los (pocos) que estuvieron fueron muy beligerantes. Ayer no fue una maravillosa minoría, sino una vejatoria e injuriosa minoría. Grosera con sus pancartas y ofensiva con sus cánticos, con incitación a la violencia, dosis de machismo y hasta de mal gusto culinario, con una cabeza de cochinillo preparada para ser arrojada a Piqué como en el regreso de Figo en el Camp Nou. No fueron ni originales. Un cóctel de lo más soez y vulgar.
El lema “Vosotros nunca lo entenderéis” seguía colgado y presidiendo el derbi, pero algunos pensaron que la campaña sobre las razones de elegir el camino menos fácil era demasiado elegante. Sobre todo desde La Curva, donde no pararon de sacar lienzos con mensajes provocativos y despectivos.
“¿Dónde está Piqué?”, entonaban mientras desplegar una sábana en la que se leía “Shakira es de todos”. Quizás querían hacer referencia a que también se fotografió con Tamudo, pero la cantante colombiana no es propiedad de nadie porque no es un objeto. La fijación con el 3 blaugrana fue constante. Incluso le parafrasearon al recordarle a la anterior pareja de Shakira, Antonio de la Rúa. “Contigo empezó todo”.
No fue la única influencia que cogieron prestada los de pretecnología de la Curva, ya que copiaron aquella pancarta de los Ultra Sur
LAS PANCARTAS DE LA CURVA “Pau, tu pie nos marca el camino”, “Shakira es de todos” y “Suárez, ladrador y mordedor”
con el dedo en el ojo de Mourinho a Tito Vilanova. Además del mal gusto, aplaudían la violencia con un “Pau, tu pie nos señala el camino”, sobre el pisotón del portero a Leo Messi en la ida.
Y eso que los técnicos fueron consecuentes. Querían calma e intentaron descafeinar de polémica y cuentas pendientes sus equipos. Luis Enrique dejó a Piqué a su lado y Galca sentó a Pau López. Tampoco estaban los sancionados Luis Suárez –del que también se acordaron en la Curva (“Ladrador y mordedor”, le llamaron) o Pape Diop y Hernán Pérez, tres de los más activos combativos y combatientes de los dos primeros derbis. El objetivo de ambos entrenadores era de lo más loable, pero el defensa siguió siendo la diana preferida de la grada y sin Pau tampoco hubo paz entre los jugadores. Álvaro tumbó dos veces seguidas a Messi desentendiéndose del balón y Caicedo no frenó y se llevó por delante a Ter Stegen.
Ambas acciones fueron coreadas por los aficionados más encendidos. “Queremos once camillas”, pedía una parte de la grada, como si Cornellà fuese el coliseo romano y el fútbol, un circo. Y eso que el público empezó aplaudiendo un caño de Asensio a Arda. Aunque, a tenor del criterio exhibido después, debió de ser más por considerarlo una humillación que un gesto técnico admirable y destacable.