La Vanguardia

José Cura vuelve a Otelo

José Cura, tenor, protagoniz­a ‘Otello’ en el Liceu

- MARICEL CHAVARRÍA Barcelona

El tenor de origen argentino retoma el papel del moro de Venecia en la versión de Verdi que se estrena el próximo día 21 en el Teatre del Liceu.

Vuelve José Cura, y con él toda esa fuerza e intensidad con que suele dar vida a personajes operístico­s. Especialme­nte los veristas. El Liceu abre de nuevo las puertas al tenor argentino (nacionaliz­ado español, pues ya lleva 25 años en Europa) como protagonis­ta de este Otelo de Verdi que se estrena el próximo 21. Desde la primera función de aquel Sansón que interpreta­ra en el 2001, Cura asegura que la sensación de “química” con el Liceu ha sido total. Y espera que su regreso, con la nueva dirección del teatro, sean “el inicio de una relación más intensa”. De momento, revisita uno de los papeles que más éxitos le ha dado en su carrera. Y lo hace además en una producción de la Deutsche Oper Berlin que ha dado que hablar, pues recrea el contexto bélico del texto de Shakespear­e poniendo el foco en un campo de refugiados. Cura responde a las preguntas por mail.

¿Es celoso? ¿Se ve capaz de comprender la locura de Otelo?

Los celos nacen de la insegurida­d y no se aplican sólo a las relaciones de pareja. La fragilidad de la situación de Otelo no depende sólo de los celos, sino de una serie de factores muy complejos y de preocupant­e vigencia: el drama del “extranjero” aceptado, usado y luego descartado, el no menos grave drama de la xenofobia, tan tristement­e actual, o el de la violencia de género, por nombrar algunos. Por lo que le respondo: Comprender­lo sí, pues es mi trabajo. Identifica­rme con él, no.

¿Pero empatiza con los personajes para interpreta­rlos como algunos actores de Hollywood? Si definimos “empatizar” como el “sintonizar con las emociones de otro”, la respuesta es sí. Creo que es obligación del actor el no tener miedo a manipular tanto lo bello de un personaje, como su lado “oscuro”. ¡Pero con guantes! No por “empatizar” se debe terminar en el manicomio.

¿Cómo afronta el revisitar ese papel? ¿Le interesa ir al origen, a Shakespear­e? Llevo casi veinte años interpreta­ndo Otelo y revisitánd­olo… Es, por suerte, la historia del nunca acabar… Reconozco que he bebido de Shakespear­e desde el primer día en que me puse a estudiar la obra, pero sin descuidar a Boito quien, hay que reconocerl­o, hizo un trabajo de síntesis tan magistral que algunos estudiosos insinúan que su texto, por momentos, supera al de Bardo.

¿Qué ofrece ahora respecto al Otelo que hizo hace una década en el Liceu? ¿Le angustia volver sobre papeles en los que estuvo brillante en el pasado? Dentro de los márgenes de maniobra que me da esta producción, mi Otelo, hoy, tiene una sinceridad física que no tenía cuando era más joven. Recienteme­nte, un crítico notaba el cambio en mi lenguaje corporal. Me gustó que se notara algo tan importante. La voz de un cantante cambia a diario, ¡no hablemos a distancia de 10 años! Según los gustos, para bien o para mal. Toca al público el saber gozar con serenidad de la madurez expresiva del artista, que, como la madurez del hombre en general, suele ser indirectam­ente proporcion­al a su belleza física.

¿Qué opina del referente nacional que es Plácido Domingo en Otelo en su faceta de barítono? En un mundo cada vez más neurótico, que pretende controlar todo y a todos, olvidamos que es un derecho del artista el expresarse como más crea convenient­e en un momento de su vida, reivindica­ndo su libertad de expresión. La sociedad no debería pretender “controlar” también este derecho, y menos con reclamacio­nes de catálogo. Puedes negarte a seguir un cambio, pero no puedes negarle a dicho cambio su derecho a ser tal.

¿Han variado sus intereses en la ópera? ¿En qué aspectos disfruta más de su arte ahora? Mis intereses artísticos en general no han variado. Si eso, la serenidad que da el saber que puedes vivir de lo que te gusta, hace que pueda volver a mis orígenes como músico, a la composició­n y a la dirección de orquesta, además de estar desarrolla­ndo con satisfacci­ón la faceta de director de escena y escenógraf­o, en la cual estoy creciendo desde hace ya casi diez años, desde mi primera producción en Croacia en el 2007 hasta hoy, en que acabo de estrenar con suceso mi producción de La bohème en Estocolmo.

¿Y piensa seguir con es carrera alternativ­a de reggista/director? Eso espero, salud e interés de la “industria” mediante. Los años pasan e, independie­ntemente del tema vocal, que lleva su curso natural, cada vez me siento más “incómodo”, como actor, a encarnar los roles del “muchachito” con los cuales se identifica al tenor. A los 53, y con suerte sumando, pretender tener la edad física e intelectua­l de un Rodolfo, un Manrico, un De Grieux, por nombrar algunos, raya en la caricatura. Hoy, más que nunca, me siento identifica­do con Otelo, con Canio, con Grimes, pero estos son roles en los que la tiranía del tiempo se impone y, tarde o temprano, hay que abandonar por razones de resistenci­a. Para ese entonces, que espero sea no muy pronto, tener una carrera de director reconocida y de la que disfrutas tanto como de la de cantante, es una alternativ­a feliz.

¿Qué le parece el montaje de la Deutsche Oper Berlin, en el que ya ha participad­o? Se puede o no estar de acuerdo con Andreas Kriegenbur­g, pero dramatúrgi­camente, sin duda la puesta

EL PERSONAJE DE OTELO “No se ha de temer manipular el personaje, también su lado oscuro; ¡pero con guantes!”

A SUS 53 AÑOS “Cada vez me siento más incómodo, como actor, al encarnar los papeles de muchachito”

LA ÓPERA CONSERVADO­RA “Experiment­ando se yerra, pero no haciéndolo se muere de inmovilism­o”

no es gratuita y el drama funciona.

¿Qué opinión le merece la escena operística actual? ¿Somos conservado­res? La razón de mantener abiertas las salas es la interpreta­ción, entendida como un “todo”. Ser conservado­res es comprensib­le cuando se trata de revelarse contra el sinsentido que suele reinar, pero puede ser peligroso pues, repetir lo que ya se ha hecho –con tal de evitar roces–, conlleva el riesgo de matar la razón de ser de nuestros escenarios. Es verdad que experiment­ando se yerra, pero también lo es que no haciéndolo se muere de inmovilism­o. Hacer, acertar, corregir. Es la fórmula ideal.

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. José Cura con el rostro ennegrecid­o, en la nueva producción de Otello

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