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El posible fraude en las emisiones de los vehículos de la marca Renault, y el atentado múltiple del EI en Indonesia.
INDONESIA, el cuarto país más poblado del mundo (260 millones de habitantes), y el que reúne a más musulmanes (el 86% de sus habitantes), fue ayer blanco del terror yihadista. Varios activistas hicieron estallar bombas en el centro de Yakarta, la capital, y mantuvieron tiroteos con las fuerzas de seguridad. Se contaron siete muertos (cinco eran terroristas) y docena y media de heridos.
Este atentado de ayer es una nueva prueba de que el Estado Islámico (EI) está dispuesto a globalizar su lucha. En las últimas semanas, en las que ha perdido terreno en Siria e Iraq, ha intensificado su ofensiva internacional para, así, recuperar notoriedad y atenuar el impacto de su retroceso en Oriente Medio. Con una frecuencia poco menos que diaria se han sucedido ataques yihadistas en Turquía, Iraq o Camerún. Y ahora en Indonesia. En el caso turco e indonesio, en particular, los objetivos específicos han sido turistas y comercios occidentales. La estrategia yihadista de llevar su acción bélica a todas partes, que tuvo un episodio muy significativo en París el pasado mes de noviembre, se va materializando día a día.
Indonesia es un país de gran relieve demográfico, quizás el menos conocido entre los cinco más poblados del mundo –China, India, Estados Unidos, Indonesia y Brasil–. Se asienta en un archipiélago de 17.000 islas y cuenta con una economía relativamente saneada. Hay en su historial atentados yihadistas, como los de Bali del 2002, que costaron la vida a más de doscientas personas. Pero en los últimos tiempos la policía había hecho un esfuerzo muy considerable. El pasado fin de año llegó a desplegar hasta 150.000 agentes. Se temía ya un atentado como el que ayer se produjo en el centro de Yakarta. Se estima que puede haber, en la actualidad, hasta 700 indonesios combatiendo en Siria bajo la bandera de EI. Entre tanto, en Indonesia, diversas facciones yihadistas que operaban coordinadas con Al Qaeda se han aproximado al EI.
La seguridad total no existe en nuestra era. Y el fanatismo con el que los terroristas participan en atentados suicidas no hace sino reducirla. El terror puede golpear en cualquier ciudad, con frecuencia espantosa. La inversión requerida para frenarlo es enorme. Es obligado por tanto sacarle el mayor partido. Esto sólo será posible estableciendo la mayor coordinación entre los muchos países amenazados. Y, por supuesto, extremando los mecanismos de control policial sobre los que van y vienen de Siria o Iraq y sobre las redes yihadistas establecidas en los respectivos países. Sin descartar, si no se logran resultados satisfactorios, otras medidas.