La Vanguardia

Cuando el PSOE tenía tres grupos

- Enric Juliana

En 1977 no había bebés en el Congreso y sus señorías podían fumar tranquilam­ente en el hemiciclo. Lo viejo y lo nuevo peleaban de otra manera. La primera legislatur­a tendió un puente emocionant­e, inseguro y tembloroso entre los derrotados y los hijos de los vencedores. La diputada comunista Dolores Ibárruri, Pasionaria, 81 años, recién retornada del exilio en Moscú, estrechand­o la mano del presidente Adolfo Suárez. Aún no se había autorizado el divorcio, Francisco Umbral escribía güisqui, y en Catalunya todo el mundo se decía de izquierdas –igual que ahora–. Las cosas democrátic­as eran tan recientes que aún no tenían nombre, pero el Partido Socialista Obrero Español ya disponía de tres grupos parlamenta­rios, que daban un magnífico eco a la voz cálida, sureña y persuasiva de Felipe González.

Primero fueron mellizos y un tiempo más tarde, en 1979, llegó el tercero. Poco después de las primeras elecciones, los socialista­s catalanes constituye­ron grupo propio al amparo del reglamento provisiona­l del Congreso. Lo integraban los 16 diputados de la coalición Socialiste­s de Catalunya, formada por el PSC (Congrés), la Federación Catalana del PSOE e independie­ntes, plataforma previa al congreso de unificació­n que en julio de 1978 alumbró el actual PSC. Ernest Lluch y Eduardo Martín Toval fueron las voces cantantes de aquel grupo, años después muy añorado por los socialista­s catalanes.

Al PSOE le gustó el canto coral e inmediatam­ente después de las elecciones generales de 1979 –aprobada ya la Constituci­ón–, constituyó un tercer grupo con sus diputados vascos y navarros. Vascos y navarros, juntos. Hoy sería motivo de anatema. El portavoz del grupo socialista vasco fue el diputado navarro Carlos

El Partido Socialista disfrutó de una gran ventaja competitiv­a frente a Adolfo Suárez en los años transitivo­s

Solchaga, buen orador, duro como el pedernal, implacable con Suárez. Un excelente alfil para González.

Socialista­s vascos y navarros juntos cuando la palabra Euskadi eran un condensado­r eléctrico de alta tensión. ETA cometía atentados sin descanso (84 asesinatos en 1979, 93 en 1980, 32 en 1981...) y los sectores más reaccionar­ios del Ejército exigían la liquidació­n del Gobierno Suárez. En este contexto, el PSOE dispuso de dos grupos parlamenta­rios adicionale­s, que le proporcion­aban una doble ventaja competitiv­a. Potenciaba­n su labor de oposición y reforzaban la personalid­ad del socialismo en las dos nacionalid­ades clave. (Nacionalid­ad, término incrustado en la Constituci­ón por los diputados catalanes Jordi Solé Tura y Miquel Roca, con apoyo socialista). Cada vez que Suárez hablaba, recibía tres réplicas socialista­s. Cada vez que los nacionalis­tas Miquel Roca, Xabier Arzalluz o Marcos Vizcaya subían a la tribuna, también tomaban la palabra Lluch y Solchaga. El PSOE dominaba el tablero.

Paradójica­mente, los comunistas, pioneros en la teoría de las nacionalid­ades, formaron un único grupo. Motivo: casi la mitad del destacamen­to (euro) comunista era catalán. Sin los nueve diputados del PSUC, el PCE se quedaba con una humilde agrupación de 12 escaños.

Cuando las cosas de la democracia comenzaron a tener nombre, se acometió la tarea de dotar al Congreso de un reglamento definitivo. Hubo cambios y entre otras novedades se restringió la formación de grupos parlamenta­rios de base territoria­l vinculados a un mismo partido. Atención a las fechas. El primer informe de la ponencia de reforma fue aprobado el 13 de abril de 1981, apenas dos meses después del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de aquel año y del discurso de investidur­a de Leopoldo Calvo-Sotelo, en el que se anunciaba el propósito de dar una mayor uniformida­d al proceso autonómico. Apenas sofocada la intentona golpista, la nueva consigna era la siguiente: poca broma con la cuestión territoria­l.

El nuevo reglamento del Congreso fue aprobado en febrero de 1982. Al cabo de unos meses, en octubre, el PSOE ganaba las elecciones generales con una holgada mayoría absoluta. Felipe González ya no necesitaba tres grupos parlamenta­rios. Ernest Lluch y Carlos Solchaga fueron nombrados ministros.

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EFE Carlos Solchaga, portavoz navarro del grupo de los socialista­s vascos (1979-1982), enciende un cigarrillo a Felipe González
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