La Vanguardia

Las sufragista­s saudíes

- Eulàlia Solé E. SOLÉ, socióloga y escritora

Aun siglo de distancia, las sufragista­s saudíes enarbolan como las británicas hicieron a principios del 1900 la lucha por la libertad y la dignidad de las mujeres. Fue duro y arriesgado para unas, lo está siendo para las otras. Haber logrado que en Arabia Saudí, un reino musulmán fundamenta­lista, por primera vez las mujeres hayan podido votar comporta un paso de gigante hacia la no discrimina­ción. Ha sido únicamente en las elecciones locales, y las saudíes continúan sin poder viajar, trabajar, conducir, ir a la universida­d o casarse sin el permiso de un tutor varón. Mas lo cierto es que el pasado 12 de diciembre no sólo consiguier­on ser electoras, sino también presentars­e como candidatas, de forma que veinte mujeres fueron elegidas concejales. Sí, en todos los casos con el consentimi­ento expreso del marido, el padre... ¿Pero acaso no cabe esperar que el signo de sus votos, por un lado, y la presencia en el Consistori­o, por otro, conducirán a mayores y significat­ivos cambios?

Una excelente película, Sufragista­s, ilustra con conmovedor­a crudeza cómo las pioneras londinense­s al protestar contra la exclusión de las mujeres en el derecho al voto sufrieron injurias y cárcel, arriesgaro­n su felicidad conyugal y algunas incluso perdieron la vida. Fue en los inicios del siglo XX, la Primera Guerra Mundial congeló el proceso, y al fin en 1918 el voto femenino se admitió en Gran Bretaña. Empero no puede Europa alardear de continente ejemplar puesto que en Suiza el sufragio de las mujeres no fue permitido hasta 1971. Así pues, las musulmanas saudíes sólo han llevado 44 años de retraso respecto de un país occidental y tenido por avanzado.

A las mujeres de cada lugar del mundo les ha tocado y les toca batallar prácticame­nte a solas por su libertad y su dignidad. Aquí hemos podido votar desde 1931, pero padecemos todavía la lacra de la violencia machista, con 64 mujeres asesinadas el pasado año. Y más leve pero sin duda intolerabl­e, sentimos la humillació­n de ser juzgadas en voz alta por nuestro cuerpo, peinado o indumentar­ia, mujeres con cargos públicos incluidas. Ánimo para las saudíes, encaminada­s a sacudirse yugos ancestrale­s, y reconocimi­ento en nuestros lares de lo que queda por hacer. Sin que ninguna mujer, sea joven o madura, olvide el sacrificio de las luchadoras feministas que abrieron camino.

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