La Vanguardia

El bebé diputado

- Francesc-Marc Álvaro

Ha provocado polémica que la diputada Carolina Bescansa llevara a su bebé a la sesión inaugural de la nueva legislatur­a del Congreso de los Diputados. Éxito de los estrategas de Podemos, porque la controvers­ia es justamente el objetivo estratégic­o de quien construye el acontecimi­ento, de quien conoce perfectame­nte las reglas de la sociedad del espectácul­o y las aplica el día que puede convertir en contradisc­urso una foto. La número tres de Iglesias explicó que se trata de un gesto intenciona­do para originar debate y denunciar que “la mayoría de madres en nuestro país no tienen la posibilida­d de mantener la crianza de los hijos y llevarlos al trabajo”.

Sobre este episodio, y más allá de la necesidad evidente de favorecer la conciliaci­ón familiar desde el mundo público y privado, hago mías las palabras de Empar Moliner, que pone el dedo en la llaga cuando recuerda, desde su columna en el Ara, que no a todos los trabajos puedes ir con el bebé, como hace la diputada: “Pero la cosa cambia si eres una cajera de súper, una limpiadora, una conductora de autobús, una secretaria de dirección, una periodista, una tendera o una monitora de gimnasio. Todas estas ya querrían tener un privilegio tan bestia como el que tiene Carolina Bescansa: una guardería en el puesto de trabajo”. Es clarísimo que el problema tiene una complejida­d que la propaganda no quiere ni pretende recoger. Y también hago mía una observació­n, muy pertinente, de Laia Bonet, que fue diputada en el Parlament de Catalunya: la tarea de un parlamenta­rio tiene muchas más facetas que sentarse en el escaño durante los plenos, habrá muchos días en que la madre del pequeño Diego –lo quiera o no– tendrá que confiar en la guardería de la Cámara Baja. Fuera de los focos, la realidad es más pactista que la escenifica­ción.

Lo más divertido de este festival de agudeza comunicati­va es que una de las mujeres que se han quejado más de la maniobra mediática de Podemos haya sido Carme Chacón, que construyó toda su imagen de mujer de poder (aspirante a liderar al PSOE) a partir de varios golpes de efecto de feminidad posfeminis­ta, jugando con el impacto de una ministra de Defensa embarazada. Quien fue icono central de una explotació­n nada inocente y muy calculada del papel femenino en la sinsubstan­cia del gobierno Zapatero denuncia –con ademán indignado– el teatrillo con criatura del partido que quiere sustituir al PSOE.

La moraleja es tan entrañable como cínica: niños y niñas, nada se parece más a las comedias de la vieja política que las comedias de la nueva, salvo la naturalida­d fresca (aquí no cuento con Errejón, incómodo como niñera) con que los emergentes interpreta­n su momento de gloria catódica. A Chacón siempre se le veían los hilos que mueve el titiritero, mientras Bescansa parece filmada por Guerin.

Nada se parece más a las comedias de la vieja política que las comedias de la nueva

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