El peligro circula en moto
El riesgo de morir sobre dos ruedas en Barcelona es 12,5 veces mayor que viajando en turismo
Ser motorista en Barcelona es un ejercicio de riesgo. La posibilidad de morir en un accidente sobre dos ruedas es 12,5 veces superior a la de hacerlo conduciendo un turismo. Y 20 veces superior a resultar herido grave. Son los vehículos de dos ruedas los que, desde hace décadas y siempre en progresión, han hecho que la circulación interior de la ciudad se mantenga en los límites de lo tolerable. Si las motos fueran turismos, la ciudad resultaría intransitable, pero la mortalidad entre los pilotos de motocicleta ha aumentado, según los datos facilitados por el Ayuntamiento de Barcelona. De los 27 fallecidos en accidente de tráfico el año pasado en la ciudad, 17 tuvieron un accidente en moto.
Ya hubo un cierto repunte, hace unos años, cuando se posibilitó la obtención del carnet a A-1, de hasta motocicletas de 125 centímetros cúbicos, si se tenían tres años o más de experiencia con el carnet B. Sin embargo, ese fenómeno se ha ido corrigiendo año tras año. Los pilotos que carecían de pericia a la hora de manejarse con una motocicleta de esa cilindrada y que se incorporaron casi en bloque al mundo de las dos ruedas han ganado ya experiencia. No hay todavía una análisis claro del porqué del repunte de esta siniestralidad. Coincide, eso sí, con un aumento general de la movilidad vinculada al aumento
de la actividad económica. También se ha de tener en cuenta a la hora de hacer ciertos análisis que se han incorporado a la circulación de la ciudad y de forma notoria motocicletas automáticas (scooters) provistas de cilindradas de 500 centímetros cúbicos o más.
Quizá el aumento en general de los accidentes en el interior de la ciudad, aunque haya bajado el número de víctimas mortales globales un 13%, comparta argumentos con el subapartado concreto de las motocicletas. El comisionado de Seguridad del Ayuntamiento de Barcelona, Amadeu Recasens, no quiso hacer afirmaciones rotundas sobre el origen del repunte de la siniestralidad. Aceptó de forma provisional y a falta de completar “la fase de análisis y estudios” que podía deberse al factor ya citado del incremento de la movilidad por la mejora económica y a cierto crecimiento de las actividades poco cívicas a la hora de conducir. “Hemos de ser educados en el momento de conducir. Convivencia. Convivencia y convivencia”, proclamó.
Y al abordar este capítulo se refirió de forma específica a la conducción bajo los efectos del alcohol u otras sustancias que puedan alterar la conciencia. El año pasado se realizaron 110.000 controles de alcoholemia en la ciudad y de ellas 7.281 resultaron positivas. Más del 30% de estas positivas correspondían a motociclistas. Mercedes Vidal, concejal de Movilidad, apuntó que la persecución de estas actitudes no tenía “en absoluto un ánimo recaudatorio sino claramente preventivo”. Completó su idea recurriendo al argumento que ya había utilizado Recasens sobre la necesidad de mejorar la convivencia vial. Para Vidal, conducir bajo los efectos del alcohol es un acto en contra de toda la ciudadanía.
Las distracciones a la hora de la conducción, es decir, las faltas de atención, se apuntan como la causa principal directa de una gran cantidad de accidentes, algo que se apoya claramente en el dato de que el alcance (dar a un vehículo por detrás) es el siniestro más común. Este sólo se produce por una insuficiente distancia de seguridad o por pura distracción. Aunque no hay datos estadísticos que lo puedan acreditar, responsables vinculados al mundo de la seguridad vial están convencidos de la influencia de los equipos electrónicos, como teléfonos inteligentes y tabletas, en las distracciones. Ningún implicado en un siniestro confiesa que se distrajo mirando su WhatsApp o su correo electrónico.