El sonido del Congreso
Cuando la televisión y el poder institucional se alían para abastecer una imagen de solemnidad, resulta siempre muy interesante repasar qué ocurre cuando aparece lo inesperado. Por eso fue tan significativo que no pudiéramos escuchar en su transmisión televisiva las palabras pronunciadas por los parlamentarios españoles en el momento de prometer su cargo.
Los parlamentos son un espacio central en el sistema de representación política, y por lo tanto parece normal que cuando se emite una señal televisiva busque recoger de la manera más fiel posible lo que pueda pasar y transmitirlo a la ciudadanía. En el acto de Madrid las cámaras seguían los gestos de los parlamentarios que eran llamados a hablar, pero no oíamos lo que decían. Si la cosa se hubiera quedado con un sí o con un no, no hubiera sido tan evidente la magnitud del problema. En la sesión del Parlament de Catalunya, por ejemplo, los síes y los noes tronaron de forma audible. Pero en el acto inaugural de la legislatura del Congreso español se produjeron suficientes muestras de discursos significativos como para delatar el deseo de ser escuchados por parte del espectador. Es ridículo que en un acto tan pautado, tan solemne, no esté prevista la voz individual de los parlamentarios, como si esa voz fuera menos importante que sus gestos. Si desde la tribuna se pide a cada parlamentario que se alce y tome la palabra, es evidente que se le ha de entender y no sólo en el interior de la sala de sesiones. ¿Podemos imaginar que, después de este fracaso, se dispondrá de un sistema de captación del sonido para cubrir la emergencia de cuando un diputado toma la palabra para decir algo con sustancia?
Hay otra cuestión implícita en esta fracaso: la voz de todos los parlamentarios no parece valer lo mismo. El principio aplicado por la retransmisión televisiva era que se escuchaba mejor la voz de un parlamentario si estaba más cerca de la cámara, en primera fila, donde debía de haber algunos micrófonos de ambiente, que si estaba en lo alto, obviando así una de las cuestiones más interesantes del uso creativo del sonido, el de la capacidad de hacer sentir de forma clara la voz de un personaje independientemente de su jerarquía respecto a la imagen. No por el hecho de estar en el fondo su voz es menos importante, un principio de compensación que aplican siempre los mejores documentales contemporáneos.
Si nos hubiéramos encontrado que cuando un diputado tomaba la palabra no le hubiéramos visto por un problema de mala disposición de las cámaras, nos parecería un error inadmisible y una falta de respeto para la dignidad del Congreso en su conjunto. Pues lo que pasó en esta sesión inaugural con el desprecio de la palabra es equivalente. Todo el despliegue técnico establecido para la sesión delataba en el fondo una cuestión clave: se pide la palabra a alguien, pero en el fondo no les importa lo que tenga que decir. El sonido discrimina de manera más sutil que la imagen: por eso tenemos que estar atentos, porque es en detalles de este tipo donde se revela la sustancia de los mecanismos del poder.
Es ridículo que en un acto tan solemne como la apertura de la legislatura no esté prevista la voz individual de los parlamentarios