Bumerán, bumerán...
La sanción de la FIFA contra el Atlético y el Real Madrid, tan desproporcionada e hilarante como la recibida por el Barça en su día, actúa como un bumerán tanto para quienes desde Madrid reían a carcajadas creyéndose impunes como para quienes desde Barcelona sacaron a pasear la teoría de la mano negra como si en el punto de mira de la FIFA sólo existiera la Masia. Si algo tiene la FIFA, entidad renqueante de la que han caído tantos dirigentes que ya sólo la sostiene un aparato implacable de tecnócratas, es que agrede a discreción con la puntería arbitraria de un francotirador ebrio.
La sanción ha servido también para poner cara al director general del Real Madrid, José Ángel Sánchez, figura habitualmente en la sombra que Florentino Pérez decidió sacar ayer a la luz seguramente escarmentado después de tanta comparecencia fallida, ya fuera para denunciar campañas que pocos compran o para pedir justicia en el caso Cheryshev ante el pitorreo general. El rostro de Sánchez, aunque poco visto, era fácilmente reconocible. Se asemejaba al de los mandatarios azulgrana cuando les estalló idéntico marrón: agobio e indefensión.
No encontrará el Madrid colaboración en los clubs de la Liga. Sus pecados anteriores (ninguneos a Villarreal y Osasuna y cierto clasismo contra el Cádiz por citar sólo los agravios derivados del expediente Cheryshev) y la poca sintonía actual con la Federación le cierran puertas para la salvación. El Barça, durante año y medio, pasó las de Caín y sólo encontró la ayuda del Atlético de Madrid, de agradecer si no fuera porque después ha sido también castigado.