Un hombre discreto y sigiloso
El exsubsecretario de Vicepresidencia de Gobierno, Federico Ramos de Armas, simboliza bien la figura de los abogados de Estado que han copado la Administración central a la sombra de Soraya Sáenz. Su paso como secretario de Estado de Medio Ambiente dejó la estela de un hombre discreto, sigiloso y obediente, como demostró al defender con ahínco la reforma legislativa impuesta por Miquel Arias Cañete (ley de Costas, ley de Parques Nacionales, ley de Montes, ley de Responsabilidad Ambiental...), que dio la vuelta a las leyes ambientales como un calcetín. En el trato personal ofreció esa imagen que proyectan quienes actúan con la seguridad que otorga el conocimiento absoluto de la ley. Nacido en 1973, licenciado en Derecho y Ciencias Económicas y Empresariales, Ramos se encargó de la secretaria de Estado de Medio Ambiente desde el 30 diciembre de 2011 hasta junio del año pasado. Muchos relacionaron su marcha a la Vicepresidencia con el revés que sufrió por no haber podido suceder a Miquel Arias Cañete al frente del Ministerio. “Nos hemos encontrado con una herencia envenenada”, solía decir en relación a las desalanizadoras del plan alternativo impulsado por el PSOE frente al trasvase de Ebro. Eran desalinizadoras “caras, sin funcionar y no bien planificadas”. Paradójicamente, las desalinizadoras son el foco de la investigación de la Audiencia en la operación sobre un presunto fraude millonario de la sociedad estatal Acuamed, del que él fue máximo responsable. Tras un desafortunado pronunciamiento en el Congreso sobre la ciencia del cambio climático, corrigió el tiro a tiempo. Luego fue criticado por permitir que la ley de Parques Nacionales permitiera prorrogar la caza en estos enclaves hasta el año 2020, lo que se interpretó como un intento de beneficiar a los terratenientes en Castilla-La Mancha. Y no hubo pacto con la Generalitat para reservar más caudales ecológicos del Ebro en su desembocadura. Así logró también pasar inadvertido. /Antonio Cerrillo