La actriz catalana que surgió en Berlín
LAIA COSTA EMIGRÓ POR TRABAJO A ALEMANIA Y ALLÍ SE APUNTÓ A UN TALLER DE TEATRO PARA APROVECHAR LAS TARDES. HOY ES UNA ACTRIZ LAUREADA Y CANDIDATA A LOS GAUDÍ
Reconocida en Alemania con un premio Lola, la actriz prepara su salto al cine norteamericano
No sabe Laia Costa si podrá estar el próximo domingo, 31 de enero, en Barcelona, el día de los Gaudí. No lo sabe Huracán Costa, como la llamaban en sus tiempos de baloncesto, no tan lejanos, poco antes de darse a conocer en la tele en Polseres vermelles con una actitud desafiante y la cabeza rapada. Porque estos días Laia Costa anda tomando Manhattan, sí, y haciendo de Estados Unidos su casa.
“Primero tomaremos Manhattan y luego conquistaremos Berlín”, anuncia el estribillo de aquel himno oscuro que cantaba Leonard Cohen hace años con voz rasposa, como de lija fina. ¿Y para qué quiere Laia Costa hacerse con Manhattan? Quizá porque Berlín ya está conquistada, no por una sino por dos veces. O tres.
“Berlín me trae suerte”, dice. “Y Alemania es mi huevo Kinder”. Su sonrisa perenne aparece cuando oye la palabra Berlín y dice que a los teutones les debe su carrera en el cine. “Y a la suerte también”, subraya. Y a las ganas de atrapar esa suerte, añadiría uno, porque la suerte no muchas veces más que el destino disfrazado.
Pero dejemos que recapitule la misma Laia Costa sobre su historia: “Trabajaba yo en publicidad –doctora en política y medios de comunicación, dice la Wiki– en una empresa española, O sea, muchas horas y salir a las tantas. Hasta que me fichó una compañía alemana, donde encontré un buen nivel de trabajo. Y lo bueno era que, a las seis de la tarde, todos a la calle. Pero entonces llegó la angustia del vacío, el bajón: “¿Y qué hacer cuando todo el mundo está en sus cosas a esa hora? Así fue como empecé ir al taller de teatro de Nancy Tuñon”, recuerda. De eso no hace tanto, apenas cinco o seis años. Tiempo en lo que la afición –afición para pasar el rato– se ha convertido en solida profesión. Se podría decir que Laia Costa ha tenido una carrera fulgurante.
“¿Es para estar agradecida a los alemanes o no?”, se pregunta. Pues claro, Laia. Pero ahí no acaba tu historia, ¿recuerdas? Berlín es el lugar donde en 2014 ruedas Victoria ,la película por la que ahora estás nominada a los Gaudí. Un único plano secuencia, o sea, dos horas y media seguidas, metida en esa especie de fiebre del sábado noche que, más que fiebre, es posesión infernal. Victoria, o sea. Siempre en el límite. Sebastián Schipper te coloca ahí donde la fiesta pierde su digno nombre y se convierte en otra cosa, en marcha nocturna a tope y un robo con huida, disparos y muerte. Con Victoria conociste tu primer festival de cine, ¿verdad? “Efectivamente, Berlín de 2015. Y en la Berlinale Victoria se alzó con el premio del público y de la critica, y se llevó además el Oso de Plata a la mejor contribución artística. Esa noche quemé Berlín... metafóricamente hablando, claro”, bromea la actriz, que continua: “Como la quemé de nuevo –metafóricamente hablando, claro– cuando, ya en el 2015, Victoria me proporcionó el Lola, que es como el Goya o el Gaudí”.
Fue la tercera ocasión que Berlín se rindió a sus pies. Poco después, en diciembre del 2015, la capital alemana volvió a rendirse a sus pies como candidata al premio de mejor actriz europea que concede la Academia Europea del Cine... Esa noche no ganó.
El premio se lo llevó Charlotte Rampling, que no es una actriz: es toda una institución. Pero Laia fue de nuevo feliz, y bailo en Berlín con su vestido de chica manga. Berlín, pues, es suyo. ¿O no?
Ahora está en Manhattan, vale, donde anda metida en proyectos y en castings y en cosas –“¡me he gastado tanto dinero en ampliar mis acentos de inglés!”, bromea–, proyectos de los que todavía no se puede decir nada, nos cuenta su atento representante, Walter García, que la cuida y que la quisiera tener aquí, “porque es su momento”, en fin. Lo cierto es que Laia Costa tomará Manhattan con valor, que no le sobra, porque lo que más teme, precisamente, es “no atreverme, dejarme llevar por el miedo”. ¿Cómo se hace entonces todo eso, Berlín, Manhattan, triunfar en el cine alemán, raparse el pelo y actuar... sin ser valiente? “Con moral de jugadora de baloncesto”, dice. “Confiar en la labor de equipo y poner tenacidad. El baloncesto me ha enseñado todo eso y más”.