El balcón
LOS balcones tienen una fuerza evocadora extraordinaria. Luis Landero les dedicó su última novela, El balcón en invierno. Si a Marcel Proust una magdalena mojada en el té le trasladaba a su infancia, a Landero es el balcón lo que le permite asomarse a su pasado. Artistas como Francisco de Goya y Eduard Manet dedicaron cuadros a los balcones por lo que tienen de mirada sobre la vida. Por eso Pedro Madueño pensó que era una buena idea situar al nuevo presidente de la Generalitat en el balcón del palacio para ilustrar la portada del diario, en su primera entrevista. Carles Puigdemont contemplando el corazón de la capital catalana, una plaza de Sant Jaume que es una curiosa ágora que concentra toda suerte de manifestaciones, tanto de alegría como de repulsa.
Puigdemont dudó por un momento. El balcón del Palau de la Generalitat ha visto proclamar la República Catalana con Francesc Macià en 1931 y el Estat Català con Lluís Companys en 1934, resoluciones de efímera vida y consecuencias negativas. Son tiempos de tensión política, de reclamación de soberanía, y es conveniente medir los gestos. El fotógrafo, para el que han posado los seis presidents que ha tenido la institución desde el retorno de Josep Tarradellas de su exilio, le convenció con argumentos. No deseaba una imagen de reivindicación, sino de reflexión; no se trataba de buscar la épica, sino la responsabilidad.
La foto de la portada de La Vanguardia tiene tanta fuerza como contención. En la plaza Sant Jaume, casi vacía, causó desconcierto la salida al balcón de Carles Puigdemont. Algunos viandantes pudieron obtener la foto, mientras los turistas preguntaban por el hombre que se asomaba. En su primera entrevista a un diario, el president se muestra moderado en las formas, pero decidido en el fondo. Y tiene muy claro que los balcones oficiales son para escuchar, no para excitar.