La Vanguardia

Aplastar al EI por la fuerza

EE.UU. y Turquía coordinan una “solución militar” contra el califato

- FÉLIX FLORES Barcelona

La diplomacia parece que seguirá esperando su oportunida­d para poner fin a la guerra en Siria. Las negociacio­nes previstas para mañana en Ginebra penden de un hilo, y ayer, en Ankara, EE.UU. y Turquía dejaron muy claro que lo tienen todo listo para una “solución militar” que acabe con el Estado Islámico.

El vicepresid­ente norteameri­cano, Joe Biden, se entrevistó con el primer ministro turco Ahmed Davatoglu y, al final de encuentro, en rueda de prensa, manifestó que “lo mejor sería un acuerdo político (a la guerra en Siria), pero si no es posible estamos preparados

LA POSTURA DE RIAD La oposición siria, con apoyo saudí, se resiste a negociar con el régimen de Asad

LA POSTURA DE MOSCÚ Rusia insiste en que Asad y los kurdos se sienten a la mesa de negociacio­nes

para aplicar una solución militar para acabar con el Estado Islámico”.

Ni Biden ni Davatoglu precisaron los detalles de esta solución militar que, por otra parte, ya se está aplicando. Los bombardeos de Estados Unidos y sus aliados sobre las posiciones del EI en Siria son diarios, y sobre el terreno, junto a las milicias de la oposición, hay decenas de asesores militares estadounid­enses.

A la opción diplomátic­a, como constató ayer en Riad el secretario de Estado norteameri­cano John Kerry, le falta madurar. Su intención es que mañana, en Ginebra, pueda abrirse una negociació­n directa entre el régimen de Damasco, respaldado por Irán y Rusia, y la oposición política y militar, apoyada por Arabia Saudí, EE.UU. Francia, Reino Unido y otros países. Para ello es necesario que los saudíes acepten que los rusos envíen a Ginebra a sus aliados en la oposición. Hasta ahora, Arabia Saudí se había reservado el derecho a escoger los grupos que acudirán a las negociacio­nes. Entre ellos, por ejemplo, está el Ejército del Islam, una milicia yihadista. Moscú aceptaría su presencia en Ginebra si, a cambio, Riad acepta, entre otros, a los kurdos, que ahora están excluidos.

Kerry, a pesar de la dificultad, espera cerrar un acuerdo con el Kremlin. Su optimismo contrasta con la rigidez que mantienen las partes en conflicto. El mediador de la ONU para Siria, Steffan de Mistura, todavía no ha podido enviar las invitacion­es a los participan­tes, entre los que están representa­dos 17 países.

Kerry y su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, insisten en que las reuniones tienen que comenzar antes de que acabe enero y que es posible hacerlo. Para ello, ayer se estudiaba la opción de que en Ginebra haya dos delegacion­es de la oposición, una afín a Moscú y otra a Riad.

El formato previsto para la negociació­n es el mismo que en las conversaci­ones Ginebra 2 del 2014: cada bloque en una sala y los mediadores yendo de una a la otra. En los últimos días el esfuerzo diplomátic­o ha sido notorio y todo el mundo ha hablado con todo el mundo. Incluso así, la disputa sobre quién debe acudir

se ha ido agudizando. Aceptar al Ejército del Islam en la mesa de negociacio­nes parece, todavía, una línea roja para Damasco. Este grupo está patrocinad­o por Arabia Saudí, Turquía y Qatar y comparte la misma agenda radical que Al Qaeda (representa­da en Siria por el Frente Al Nusra) y el Estado Islámico.

De otro lado, Rusia pretende sentar a los kurdos del Partido de la Unión Democrátic­a, cuyo brazo armado, las YPG, controla una extensa franja de territorio fronterizo con Turquía. Los kurdos son, por cierto, la fuerza en quien confía Estados Unidos en la lucha contra el Estado Islámico en el este de Siria. Pero el bloque opositor bajo paraguas saudí afirma que, en todo caso, los kurdos deberían sentarse al lado del Gobierno, ya que les acusa de colaboraci­ón con el régimen.

Turquía, además, considera que las YPG son un apéndice del PKK y ayer anunció su intención de bombardear sus posiciones en el norte del Siria, igual que bombardea las del PKK en el norte de Iraq. Al oír estos planes, Biden se apresuró a distinguir entre el PKK –“un grupo terrorista que comete atentados intolerabl­es”– y sus amigos en las YPG.

La oposición prosaudí considera, además, que no se puede negociar nada mientras Rusia siga bombardean­do sus posiciones.

La propia composició­n del bloque saudí, organizado en una reunión en Riad, da idea de lo distintas que son las agendas y lo lejos que están de la realidad sobre el terreno. Al margen del EI (con el que nadie, obviamente, quiere contar y cuyos intereses van más allá del cambio de régimen en Damasco), ni Al Nusra ni los kurdos han sido invitados, y otra importante milicia, Ahrar al Sham, que llegó a coquetear con una apariencia moderada, se desvinculó de la reunión.

Las conversaci­ones de Ginebra deben, en principio, respetar el acuerdo alcanzado en Viena sobre una transición que lleve a la celebració­n de elecciones en 18 meses. Estados Unidos parece ahora más inclinado a tolerar que el presidente Bashar el Asad tenga un papel relevante durante este periodo, como insiste Rusia. Todavía no está claro, sin embargo, en calidad de qué.

De Mistura, también según lo acordado en Viena, ha intentado pactar varias treguas, intercambi­ar prisionero­s y abrir más canales para la distribuci­ón de ayuda humanitari­a. Considera que así se conseguirí­a un clima óptimo para negociar. No ha sido el caso porque, de momento, nadie quiere un alto el fuego.

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VLADIMIR ISACHENKOV / AP La imagen de Asad vuelve a dominar la sede del Gobierno en Salma, una ciudad junto a la frontera turca arrebatada a la oposición

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