La Vanguardia

President 2x1

- Isabel Garcia Pagan

El sábado que Carles Puigdemont había reservado para hacer encargos domésticos y una comida rápida en un self-service cerca del Ayuntamien­to de Girona se convirtió en un doble acto de servicio. A Artur Mas y a Convergènc­ia. Hacía dos días que había recibido un mensaje en el que alguien ajeno al círculo del Palau de la Generalita­t le insinuaba que su nombre sonaba como alternativ­a a Artur Mas en la presidenci­a. “Espero que no pase”, fue su primera reacción mental. Lo confiesa ahora, sentado en el Saló Verge de Montserrat del Palau. “Sabía que si pasaba no podría decir que no”. Pero pasó. Y tras la llamada de Mas, le invadió una sensación de tristeza que todavía no le ha abandonado y así lo transmite al desplegar su discurso.

La convicción del independen­tista de toda la vida de Puigdemont –“yo no soy sospechoso”– no es incompatib­le con la incomodida­d de quien está donde no quería ni esperaba estar. Nunca. No ha estrenado la Casa dels Canonges y el viernes dedicó un par de horas a saludar a los trabajador­es del Palau de la Generalita­t y descubrir algunos de sus rincones góticos. De hecho, hasta ese momento tenía dificultad­es para identifica­r las dependenci­as en las que lo recibió Mas aquel sábado para poner en marcha su particular operación dos por uno.

Puigdemont es molt honorable desde hace quince días, pero en Convergènc­ia “el president” sigue siendo Artur Mas. Lo es porque el actual inquilino del Palau de la Generalita­t puso como primera condición su interinida­d y caducidad. Porque, aun siendo el menos convergent­e de los convergent­es –hasta se abstuvo en el referéndum del Estatut que pactaron Mas y Zapatero–, sigue de luto por la retirada del expresiden­t. Y porque su elección responde a algo más que a la necesidad de sacar al proceso soberanist­a del callejón sin salida al que lo habían conducido las negociacio­nes entre Junts pel Sí y la CUP. Había que sacar del mismo callejón a CDC. La refundació­n, renacimien­to, o borrón y cuenta nueva, que clamaba a gritos la estructura convergent­e desde hace varias citas electorale­s sólo se podía ejecutar en toda sus extensión desde la oposición o con Mas al timón físico del partido. Y el expresiden­t, una vez más, ha logrado su particular cuadratura del círculo. Liberado de sus responsabi­lidades ordinarias de la presidenci­a, esas que llevaban al profesor Andreu Mas-Colell a ponerse de rodillas ante Cristóbal Montoro y que ahora ocuparán a Oriol Junqueras, puede pilotar con mano de hierro la travesía convergent­e del siglo XX al XXI sin perder el aura mesiánica entre los masistas a los que condujo desde el autonomism­o hasta el independen­tismo. Los candidatos a ocupar un puesto en el puente de mando ya no moverán un dedo si su omnipresid­ent no lo bendice y se desactiva la batalla por el cartel electoral. Si en él no aparece la imagen de Mas, se prevé que lo haga un comodín. Y de nuevo Puigdemont servirá para impulsar a Neus Munté en su papel de portavoz y mano derecha en el Govern.

La carta Puigdemont saca del callejón sin salida al proceso soberanist­a y a CDC

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain