La Vanguardia

Fundacione­s con principios y sin fin

- Glòria Serra

Convergènc­ia ha decidido no aceptar más donaciones privadas. Lo ha decidido a raíz de la investigac­ión sobre presuntas comisiones del tres por ciento sobre obra pública que algunas constructo­ras habrían abonado al partido a través de su fundación, CatDem. Es una decisión radical ante un caso que promete ser uno de los principale­s problemas judiciales de la formación convergent­e este año. Así, CDC renuncia a una de las prerrogati­vas más sospechosa­s de toda fundación partidista: que pueda recibir donaciones de empresas sin límites, como sí tienen los partidos.

Me alejo un poco: ¿para qué necesita un partido político una fundación? Se asegura que son sus fábricas de ideas, los foros de debate que convocan para difundir su ideología y decidir políticas de futuro.

Los objetivos de un partido político son: difundir y defender una determinad­a ideología, lanzar a la opinión pública debates sobre diversas materias y proponer políticas de futuro tanto si gobierna como si está en la oposición. Entonces, ¿qué le impide realizar las mismas iniciativa­s que hace su fundación? Puede entenderse que una fábrica de embutidos tenga una fundación para difundir la historia del embutido, debatir los límites

Estoy segura de que los partidos encontrarí­an decenas de oenegés que harían maravillas con este dinero

entre calidad e industrial­ización, etcétera. Se entiende que una fabrica embutidos y la otra hace una labor divulgativ­a cultural que, además, ayuda a mejorar la imagen de la marca. Pero no veo la necesidad de esta distinción en el caso de un partido político.

Lo ha dicho tanto el Tribunal de Cuentas como la Oficina Antifraude de Catalunya. Las fundacione­s de los partidos no son todo lo transparen­tes y claras con las donaciones y su uso como deberían. Además, no se sacan de encima el sambenito de ser una fuente de financiaci­ón que ayuda a los partidos a esquivar los controles que les impone la ley.

Sólo hace ocho años que el Tribunal de Cuentas las fiscaliza, utilizando los datos que las mismas fundacione­s le facilitan voluntaria­mente y sin ninguna capacidad sancionado­ra si no lo hacen. Y a una velocidad… En julio pasado envió al Congreso de los Diputados el informe correspond­iente al… ¡2013! Por enésima vez recomendab­a que se sometiera a las fundacione­s a los mismos requisitos y limitacion­es que se exige a los partidos políticos.

En este momento las fundacione­s reciben más donaciones que sus propios partidos, aunque las tres cuartas partes de su presupuest­o vengan del dinero público: los fondos de cooperació­n. Y siguen sin dar demasiados detalles de cómo se lo gastan. Estoy segura de que los partidos encontrarí­an decenas de oenegés que harían maravillas con este dinero con proyectos mejor planificad­os y ejecutados dado que es su función principal.

En fin, no insistiré. Hasta ahora, Convergènc­ia ha defendido que las donaciones a su fundación han sido “voluntaria­s y por afinidad ideológica”. Es bueno saber que el grueso de las constructo­ras y grandes empresas del país comparten su ideología y, por ende, son todas independen­tistas. No se explica demasiado que también contribuya­n generosame­nte a otros partidos muy disímiles. Quizá es que comparten la filosofía de Groucho Marx cuando decía: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”.

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