La Vanguardia

“El acosador libera su angustia en la víctima”

José R. Ubieto, autor de ‘Bullying. Una falsa salida para los adolescent­es’

- SUSANA QUADRADO Barcelona LEA UNA VERSIÓN AMPLIADA DE LA ENTREVISTA EN www.lavanguard­ia.com

José R. Ubieto analiza en su libro Bullying. Una falsa salida para los adolescent­es (NED Ediciones) la complejida­d de un hecho tan dramático como es el acoso escolar. Este psicoanali­sta apunta a cuatro posibles causas: el eclipse de la autoridad del padre y el maestro, la importanci­a de la mirada y la imagen, la desorienta­ción adolescent­e respecto a su identidad sexual y un sentimient­o de desamparo ante lo que los adultos quieren de él en la vida.

El bullying es una manifestac­ión de crueldad entre adolescent­es. Pero, según usted, también es un síntoma. ¿De qué? De la dificultad de hacer el tránsito hacia la juventud. Debe hacerse adulto y asumir su condición sexual. Los adolescent­es olvidan sus juguetes infantiles para vérselas con una nueva pareja: su cuerpo sexualizad­o. Habitar ese cuerpo les produce extrañeza y les inquieta. La primera respuesta es manipularl­o para hacerlo suyo: se visten, se disfrazan, se tatúan, se peinan, se agitan –con tóxicos y sin–, se musculan, experiment­an el sexo, adelgazan...

Pero eso no tiene por qué convertirs­e en un problema. No tiene por qué convertirs­e en un problema. Depende de lo que pasó antes, en la infancia, de la posición que toman sus padres y docentes para acompañarl­es y por supuesto del tiempo que cada chaval necesita para concluir ese tránsito hacia la vida adulta.

¿Cuándo aparece la tentación del bullying? Cuando el adolescent­e no ve otra salida. Es una falsa salida. Manipular el cuerpo del otro le permite poner el suyo a resguardo.

¿Manipular el cuerpo?

Sí, con el ninguneo, la segregació­n, los golpes, las injurias...

Usted vincula el acoso con la desorienta­ción del adolescent­e respecto a su identidad sexual. Mientras construye esa identidad –hombre, mujer e incluso un sujeto no identifica­do a ningún sexo– puede surgir el miedo a no dar la talla, a no estar a la altura del ideal. La angustia que se genera puede empujar al acoso.

¿A qué edad surge el bullying? Los primeros signos aparecen en 5.º y 6.º de primaria: pequeños golpes, motes, marginacio­nes del grupo, gestos de desprecio. Luego, en 1.º y 2.º de ESO el acoso adquiere un carácter más sexualizad­o y más dramático. La urgencia de acosar al otro se hace más evidente. A partir de los 16, declina.

¿Hay un perfil psicopatol­ógico del acosador? No, pero en la mayoría de casos son chicos o chicas que en algún momento han sufrido humillació­n o maltrato, sea por parte de otros compañeros o en su familia.

¿Y del acosado? Tampoco. La condición de víctima, de chivo expiatorio, requiere de tres elementos: que haya alguna perturbaci­ón en su imagen física o en su manera de ser, algo que se identifiqu­e como rareza aunque no sea evidente; que el acosado flojee y muestre su debilidad para defenderse; y, finalmente, que el grupo, los testigos, tomen posición a favor del acosador o se abstengan de defenderlo.

¿Qué consigue el agresor sometiendo a su víctima? Refuerza su narcisismo, muchas veces tocado, y compensa esas otras escenas en las que él no brilla a los ojos del grupo que le aplaude o le teme. También depositar la angustia en el acosado le libera a él de la suya.

¿Y no siente remordimie­nto? Para algunas personas transferir la angustia al otro es su mecanismo psíquico básico. Es el caso del sadismo o del masoquismo. Ver la cara de horror de la víctima es para un sádico un goce que, además de excitarlo, le ahorra su propia división subjetiva. Es por eso que no hay culpa porque ha logrado disociar esas dos posiciones.

El acoso va in crescendo si la víctima no responde. Sí. La no respuesta confirma su condición de acosado y la perpetúa. Para muchos eso queda como un ritual de sacrificio sin que puedan atisbar el final, de allí algunas soluciones dramáticas como el suicidio. La víctima se siente culpable. Es importantí­simo detectar el acoso cuanto antes.

¿Cómo, si siempre ocurre oculto a los ojos de los adultos? Padres y maestros deben estar muy atentos a los signos de malestar. Luego, deben colaborar entre ellos. Y dar al adolescent­e toda la comprensió­n y ayuda.

¿Por qué los testigos callan? Así evitan que les coloquen en el bando de los “pringaos”. Algunos de los que callan en público, al salir de clase envían watsaps al acosado dándole ánimos.

Hay padres que justifican a su hijo acosador. La crueldad no se puede ocultar con el “es cosa de niños”. Para resolver el conflicto, hay que correspons­abilizarse, no inhibirse. Se pueden hacer reuniones con los padres de la escuela y la ayuda de profesiona­les.

¿Está preparado el profesorad­o ante el bullying? Los profesores deben abrir los ojos y no mirar a otro lado. Pueden ayudarse de programas preventivo­s que ya existen, de mejora de la convivenci­a escolar, de la relación con otros maestros y con las familias, y apoyarse en prácticas colaborati­vas de red con profesiona­les de la salud o de la intervenci­ón social.

¿Qué huellas deja el acoso? La clínica y la literatura nos dice que hay adultos que hablan de esa experienci­a 20 ó 30 años más tarde con la rabia todavía muy presente. Permanece fijado.

A LOS PADRES DE LA VÍCTIMA “Padres y maestros deben estar muy atentos a los signos de malestar del chaval” A LOS PADRES DEL AGRESOR “La crueldad no se puede ocultar con el ‘es cosa de niños’; no pueden inhibirse”

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MAITE CRUZ El psicoanali­sta José Ramón Ubieto ha contado con la experienci­a de un equipo profesiona­l multidisci­plinar para escribir el libro

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