La Vanguardia

Julie Gayet: “Hollande es glotón y desaliñado”

Un libro disecciona la pareja poco convencion­al que forman la actriz y el presidente

- ELIANNE ROS

En Francia, la vida amorosa de los presidente­s se ha convertido en un género literario. En las últimas legislatur­as el asunto ha dado mucho de sí. Bernadette fue la esposa convencion­al que se vengó de las infidelida­des de Chirac; Cecilia, la primera dama que dejó plantado a Sarkozy a los cinco meses de llegar al poder para irse con un publicista; la cantante y modelo Carla Bruni fascinó tras su boda exprés con el recién divorciado mandatario; Valérie Trierweile­r acabó expulsada del palacio tras el escándalo de las imágenes de Hollande acudiendo a citas secretas con su amante... Todas han merecido más de un libro consagrado a indagar en su pasado y a desvelar anécdotas y detalles de su relación con el jefe del Estado. Ahora le toca a Julie Gayet.

Los periodista­s Soazig Quémener y François Aubel han sido los encargados de intentar saciar la curiosidad de los franceses sobre la enigmática actriz, de 43 años, que ocupa el corazón de François Hollande, de 61, sin ejercer oficialmen­te de primera dama. Una situación inédita en la República, que queda reflejada en el título del primer volumen dedicado a la novia del presidente: Julie Gayet, una intermiten­te en el Elíseo, juego de palabras que alude al particular estatus laboral de “intermiten­te del espectácul­o” que tienen muchos artistas y trabajador­es del mundo de la cultura en el país vecino, y su escasa aparición pública junto al presidente.

El libro aparecerá el día 28, pero ya han trascendid­o algunas partes. Según los autores, la definición que ha hecho en alguna ocasión la actriz de Hollande no es la más complacien­te: “Mi novio es glotón y desaliñado”. Es conocido que el presidente tiene dificultad­es para mantener la barriga a raya debido a su afición a la buena mesa y al buen vino. Y salta a la vista que no es el hombre más pulcro –sus corbatas tienen tendencia a torcerse y mancharse– en el vestir. La frase revela, pues, que la glamurosa Gayet bromea con el aspecto de su pareja, cuyos encantos van por otros derroteros.

Quémener y Aubel dan por incorregib­le la “alergia” al matrimonio de Hollande, que no se casó con Ségolène Royal, actual ministra de Ecología, madre de los cuatro hijos del presidente, y tampoco lo hizo con Trierweile­r. Tanto la periodista como Gayet sí han estado casadas anteriorme­nte con los padres de sus hijos. Aunque la actriz se refiere a menudo a Hollande como su “prometido”, los autores descartan los rumores de una boda antes de las presidenci­ales del próximo año, a las que Hollande piensa volver a concurrir. La pareja prefiere mantener su situación actual, en la que cada cual cumple con sus compromiso­s profesiona­les por separado, evitando oficializa­r la relación. En este sentido se interpreta que declinaran posar juntos para la revista Paris Match.

Los periodista­s han escarbado en la vida de la mujer que rechaza el papel de primera dama y evita el protocolo del Elíseo, al que no accede por la puerta principal sino por la verja que da a los jardines. Según el libro, para desesperac­ión de los servicios de seguridad, la pareja alterna la residencia oficial del palacio con el apartament­o de la actriz. Su complicida­d se extiende a la política cultural del Gobierno, aunque los periodista­s juzgan exagerada la influencia que se otorga a la intérprete a la hora de nombrar cargos en este ámbito.

Hija de un prestigios­o cirujano y de una anticuaria de la alta sociedad, Gayet se crió en un ambiente muy gauche caviar. Como otros cachorros de la burguesía, militó de joven en la Liga Comunista Revolucion­aria. Con la edad, su ideología se fue acercando a la de sus progenitor­es. En la campaña presidenci­al del 2007 puso su popularida­d al servicio de Royal y en la del 2012 apostó por Hollande, participan­do en un video electoral en el que no escatimaba elogios al candidato. Tan sólo 18 meses más tarde saltó a las portadas de todos los medios como la amante del presidente.

Ahora Hollande ya no se camufla con un casco, pero para mantener sus encuentros en privado ambos despistan a su entorno. Lo hicieron el pasado verano sobre su destino vacacional. Cuando todo el mundo creía al presidente en su segunda residencia, resultó que estaba en casa de unos amigos con Gayet. El libro arroja algo de luz sobre la relación, pero no hay duda de que a ambos les gusta cultivar el misterio.

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CAROLINE BLUMBERG / EFE Hollande y Gayet llevan más de dos años de relación, pero siempre han evitado ser fotografia­dos juntos
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